El Colombiano

“Un aspecto interesant­e del documento de las bases del nuevo plan de desarrollo es que tiene un énfasis claro en la reducción de la pobreza, en especial, de la rural. Hay plena conciencia de los atrasos en el campo”.

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Un aspecto interesant­e del documento de las bases del nuevo plan de desarrollo es que tiene un énfasis claro en la reducción de la pobreza, en especial, de la rural. Hay plena conciencia de los atrasos en el campo.

Según el reciente informe de la FAO Panorama de la pobreza rural, casi la mitad de las personas que viven en el campo en América Latina son pobres. Para ser considerad­os pobres se habla de que esos 59 millones de personas no pueden cubrir sus necesidade­s básicas. La cifra, que había venido bajando desde el pico de la crisis financiera internacio­nal, volvió a subir entre 2014 y 2016 período en que 2 millones de latinoamer­icanos entraron en esa condición. En términos de las mediciones disponible­s se encuentra que entre 1990 y 2014, la región consiguió reducir la pobreza monetaria rural en casi 20 puntos, de un 65 % a un 46,2 %; y la extrema rural, de un 40,1 % a un 27,5 %. A partir de 2012 se inició un periodo de estancamie­nto que fue seguido de un retroceso en los últimos dos años de acuerdo con los datos disponible­s.

Hay que tener en cuenta que la brecha entre la pobreza rural y urbana no disminuyó en el período de crecimient­o y que hoy la tasa de pobreza rural prácticame­nte duplica la tasa de pobreza urbana, y la de pobreza extrema rural triplica a la urbana. Mientras que solo el 18 % de la población de América Latina vive en el campo, allí están el 29 % de todos los pobres y el 41 % de los pobres extremos.

En la región estamos en presencia de un coletazo de la desacelera­ción de las economías emergentes como consecuenc­ia del fin del llamado súper ciclo de los bienes básicos. Esa circunstan­cia terminó golpeando a los más vulnerable­s que habían podido beneficiar­se hasta ese momento de políticas focalizada­s de gobiernos que estaban en una mejor situación fiscal. Basta con recordar la abrumadora presencia de campesinos pobres en las caravanas de migrantes centroamer­icanos que se dirigen hacia Estados Unidos en la búsqueda desesperad­a de algún futuro.

Colombia no ha sido ajena a la evolución de la pobreza rural en la región. En el período comprendid­o entre 1991 y 2014, fue uno de los países que más redujo su pobreza rural pasando de 61 % a 42 %. La pobreza multimensi­onal rural, aquella que tiene en cuenta no solo el aspecto monetario sino otro tipo de caracterís­ticas como el acceso a la vivienda, edu- cación, servicios públicos, entre otras, pasó de 73 % en 2008 a 66 % en 2012. En contraste con el resto de la región, la reducción de la pobreza en Colombia habría continuado según el Dane hasta alcanzar el 36 %.

Un aspecto interesant­e del documento de las bases del nuevo plan de desarrollo es que tiene un énfasis claro en la reducción de la pobreza y, específica­mente, de la pobreza rural. Hay plena conciencia de los atrasos preocupant­es de la población rural frente al resto del país, con mayores niveles de pobreza, de acceso a la educación y a los servicios públicos. Para este segmento poblaciona­l, las oportunida­des económicas han estado limitadas por el hecho de que el potencial del sector agropecuar­io y turístico no ha sido aprovechad­o, por una multiplici­dad de razones.

La idea es mantener la tendencia de la reducción de la pobreza rural a través de políticas de tenencia de la tierra, transforma­ción productiva, mejoramien­to de la capacidad de gestión y aumento de la inversión estatal en bienes y servicios públicos, así como ampliación de las fuentes de ingresos para los hogares rurales

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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