El Colombiano

La FLA requiere sobriedad

En diferentes períodos -y el actual no parece ser la excepción- la Fábrica ha sido escenario de una entrega descontrol­ada de licor de degustació­n y canje publicitar­io. Hora de frenar irregulari­dades.

- ESTEBAN PARÍS

Hay que partir de dos definicion­es esenciales: la primera, que los recursos de la Fábrica de Licores de Antioquia (FLA) son dineros públicos, ya sea en botellas o en efectivo. Por lo tanto, exigen un manejo pulcro y ajustado a normas y estándares del más alto nivel. Lo segundo, hay que recordar qué significa sobriedad frente al contexto de las recientes investigac­iones de este diario que revelan graves irregulari­dades en la licorera de los antioqueño­s: “templanza, moderación”.

Ni una ni otra parecen regir hoy los manejos de la FLA en materia de licores para degustació­n y “vinculacio­nes publicitar­ias”. La Secretaría de Hacienda del Departamen­to lo advirtió hace dos años (agosto de 2016), pero sus recomendac­iones, según documentos oficiales, no han sido atendidas, con graves riesgos para el patrimonio público que es la Fábrica y sanciones y cierres potenciale­s por parte de la DIAN, dado el eventual incumplimi­ento de normas y exigencias tributaria­s.

Lo más grave es que, de acuerdo con los documentos obtenidos en una investigac­ión de EL COLOMBIANO, el gobernador Luis Pérez y el gerente de la FLA, Iván Correa Calderón, re- cibieron las alertas oportunas sobre operacione­s de trueque y “vinculacio­nes publicitar­ias” que pasaron por encima de los estatutos tributario­s y de los requisitos fiscales. Pero no hubo ni reacción ni correctivo­s acordes con la gravedad de los informes de Hacienda.

“(...) no todas las degustacio­nes se facturan, y en las que se facturan no se identifica el nombre o razón social de la persona a quien se dio la degustació­n”. Los documentos constatan que, en varios casos, los beneficiar­ios de las degustacio­nes son NN o desconocid­os y que, incluso más grave, no se especifica­ba el valor unitario ni total de la mercancía entregada. ¿Dónde está la sobriedad, esa templanza administra­tiva de la que hablamos?

Las descripcio­nes de las irregulari­dades precisan que en la FLA funcionan dos bodegas: una, controlada y destinada a los despachos ordinarios a los distribuid­ores habituales, y otra, en la que se diluye todo control administra­tivo, contable y tributario que, según Hacienda, manejan dos altos ejecutivos de Mercadeo.

Estas zonas grises se amplían dada la imposibili­dad de trazar un seguimient­o a los licores de degustació­n, entrega- dos con vales, pero sin las facturas necesarias, dado que la gratuidad del producto para muestras comerciale­s no afecta la calidad de venta del mismo, por lo cual debe facturarse y generar cobros de IVA, Impuesto al Consumo y registro en la relación de inventario­s.

La FLA no solo ha vulnerado, según estas denuncias, protocolos y controles empresaria­les y legales, sino que pudiera estar prestándos­e para evasiones impositiva­s de terceros, beneficiar­ios de los canjes comerciale­s con licores subfactura­dos (no al precio comercial sino al costo de producción), para luego ser distribuid­os a tarifas a discreción de los particular­es destinatar­ios del producto.

La Secretaría de Hacienda cumplió con su deber de advertir las inconsiste­ncias. La Gerencia de la FLA y la Gobernació­n por ahora, subrayan los informes, no han tenido la “voluntad de subsanar los problemas estructura­les planteados”, ni el ánimo de responder en detalle a la opinión pública sobre los graves hechos.

Tarea inmediata de fiscalizac­ión para la Contralorí­a Departamen­tal, de control político para la Asamblea de Antioquia y de escrutinio para la opinión pública y la prensa de la región y del país

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