“Aunque la ciudad reporta reducciones históricas en los quemados con pólvora, aún queda mucho por hacer. La alborada no puede ser una amenaza para la salud pública y el medio ambiente”.
Aunque la ciudad reporta reducciones históricas en los quemados con pólvora, aún queda mucho por hacer. La alborada no puede ser una amenaza para la salud pública y el medio ambiente.
No puede convertirse la Navidad en una eterna carga de luto, mutilaciones y cicatrices, advertencia suficiente para rechazar la fabricación, tenencia y manejo irresponsable de la pólvora y juegos pirotécnicos.
El reto es continuar y reforzar la campaña ¡No a la pólvora! Hay que ser conscientes de sus males y convertirse en parte activa de la misma. El programa va más allá de un asunto de la Policía Nacional, la Gobernación o alcaldías. Absurdo que de una calle a otra, en una región conurbada como el Aburrá, las normas cambien y aquello que es prohibido en un municipio sea legal y permitido en otro.
Esta noche, de nuevo, Medellín enfrentará la alborada, o “quemazón”, uno de los actos masivos más temibles del año, en el que numerosas personas, de todos los estratos sociales, en un hecho grotesco, exagerado, mezclado con alcohol y heredado de una celebración mafiosa, con grave amenaza para la salud pública y el medio ambiente por su enorme carga contaminante, las afectaciones a la fauna silvestre y los animales domésticos, tremendamente sensibles a las explosiones y otros efectos, tanto que los propietarios de perros, gatos, caballos y demás especies, se ven obligados a cedarlos u ocultarlos en cuartos oscuros para protegerlos.
Desde todos los frentes, el nuevo llamado es a que esta noche no se convierta en un festival del miedo. Diciembre es un mes transformador, que llega cargado de energías maravillosas para la inmensa mayoría del pueblo antioqueño y así debe ser recibido.
Qué tal volver a vivir ese espectáculo dantesco, que nos recuerde épocas pasadas, cuando los hospitales terminaban declarando la emergencia por la cantidad de niños y adultos quemados.
A la pólvora y las polvorerías ilegales hay que cerrarles espacios con programas educativos, disuasivos e incluso represivos. Un volador, una papeleta, un taco o cualquier otro artefacto que deje de fabricarse o quemarse es un niño que puede salvarse.
Pese a quienes insisten en esta práctica, hay mayor conciencia ciudadana y las campañas ganan terreno. Duele saber que la primera y única víctima reportada en Antioquia en la pretemporada decembrina haya sido un niño de 10 años, quien sufrió que- maduras, que marcarán su vida para siempre, en la cara y el cuello, al explotarle una papeleta. El año pasado, por esta misma época, se habían presentado 63 casos en Antioquia. El 53 % de las víctimas fueron menores de edad.
En Medellín, donde las autoridades han mantenido una campaña permanente, el descenso de accidentados y quema de pólvora ha sido significativa. El año pasado hubo 25 lesionados entre el primero de diciembre de 2017 y el primero de enero de 2018, la cifra más baja en 17 años. Al comparar 2017 con 2015, la reducción fue del 78 %, mientras que entre 2017 y 2016 bajó 20 % el número de quemados.
En diciembre de 2017 en el país hubo 538 lesionados, 223 de ellos menores de edad. La cifra bajó 34,5 % frente a 2016 cuando fueron 822 afectados, registra el Instituto Nacional de Salud. Por departamentos, Antioquia lideró las estadísticas con 83 casos, le siguieron Valle, con 60, y Nariño, con 40 accidentes.
Pese a la reducción histórica, haciendo eco a la opinión del alcalde Federico Gutiérrez, lejos de celebrar, hay que fortalecer las campañas para seguir disminuyendo dicha estadística