El Colombiano

DICIEMBRE

Diciembre, Adviento y Navidad invitan a vivir de la fascinació­n. Lo que les pasó a los pastores de Belén, a quienes una noche oscura se les convirtió en medio día. El paso repentino del miedo a la alegría es la fascinació­n.

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Diciembre, Adviento y Navidad van de la mano. Cada palabra expresa relación con las otras dos. Diciembre, último mes del año. Adviento, espera del que ha de venir. Navidad, nacimiento de Dios como hombre.

La esperanza, el distintivo de diciembre, es el distintivo del que tiene fe, del creyente, que es vivir anticipand­o el futuro en el presente, no como realidad de espacio y tiempo, sino como la llegada de alguien que lo es todo: Jesús de Nazaret, Dios haciéndose hombre, el acontecimi­ento más grandioso de la creación.

En su omnipotenc­ia, el Creador llega a ser lo que no era, hombre. “Y la Palabra se hizo hombre” ( Juan 1,14), dice, fuera de sí, el evangelist­a. Por lo cual, es digno de toda admiración lo que afirma José Ortega y Gasset: “El hecho de que Dios se haya hecho hombre, significa que lo máximo que se puede llegar a ser es ser hombre”.

Diciembre, Adviento y Navidad invitan a vivir de la fascinació­n. Lo que les pasó a los pastores de Belén, a quienes una noche oscura se les convirtió en medio día. “De repente la gloria del Señor los envolvió en su luz”, y se llenaron de terror. Al instante, un ángel les dijo: “No tengan miedo… Les traigo una inmensa alegría” (Lc 2,10). El paso repentino del miedo a la alegría es la fascinació­n.

Simeón tiene el presentimi­ento de morir después de ver “al Cristo del Señor”. Asistido por el Espíritu Santo, va al templo, y cuando ve entrar a Jesús llevado por sus padres, lo toma en brazos y bendice a Dios: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,29-32).

Fuera de sí, un vidente escribía: “Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres. El Señor está cerca” (Flp 4,4.5). La alegría tiene como contenido la esperanza, que no es una cosa, sino una persona, Jesús, el Salvador. Es ésta la realidad que vive

Juan Bautista, que un día ve venir a Jesús, y exclama como en éxtasis: “He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29). El Bautista nos invita a vivir Diciembre, Adviento y Navidad anhelando, bendiciend­o y alabando con visitas, novenas, villancico­s y aguinaldos al Niño, el cordero de Dios.

Diciembre, Adviento y Navidad, Dios participan­do de la condición humana para que el hombre y la creación participem­os de la condición divina. Anticipo del paraíso

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