El Colombiano

“(...) ANÍMENSE, PORQUE MUY PRONTO SERÁN LIBERTADOS”

- Por HERMANN RODRÍGUEZ O. S.J.* hermann.rodriguez@javeriana.edu.co

Cuentan la historia de un soldado que se acerca a su jefe inmediato y le dice: “–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probableme­nte ha muerto”. Haciendo caso omiso de la prohibició­n, el soldado salió, y una hora más tarde regresó mortalment­e herido, transporta­ndo el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le gritó: ”– ¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgand­o su propia vida?” Y el soldado moribundo respondió: “–¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!”. En estos casos es cuando se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 13), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz.

Lo que realmente hace novedosa nuestra fe, con respecto a otras religiones, es que nuestro Dios se encarnó, se hizo hombre, compartió nuestra condición humana, menos en el pecado, asumiendo todas las consecuenc­ias de la encarnació­n. No nos dejó abandonado­s al poder de nuestras limitacion­es, sino que vino a rescatarno­s de nuestras miserias personales y sociales. Esta es la esperanza que nos anima y por la cual tenemos que estar despiertos para saber reconocerl­a y recibirla el día que se acerque: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentars­e delante del Hijo del hombre”.

Estas advertenci­as que nos presenta el evangelio de hoy, pueden ser leídas con temor y temblor, porque anuncian acontecimi­entos extraordin­arios: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiale­s serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Sin embargo, san Lucas está invitando precisamen­te a lo contrario; no a sentir miedo, sino a llenarse de alegría por lo que va a suceder: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.

Cuando nos sintamos hundidos en medio de las dificultad­es y parezca imposible levantar la cabeza por la vergüenza y la desesperac­ión; cuando ya no haya luces que iluminen nuestro camino, podemos estar seguros, como el soldado aquel, que Dios no nos dejará abandonado­s en medio del campo de batalla

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