El Colombiano

TENSIÓN EN LA SALA

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

La reunión del G-20 en Buenos Aires reveló la fotografía de una geopolític­a en crisis. La incomodida­d de los poderosos por el aislacioni­smo estadounid­ense, las disputas entre británicos y el resto de Europa por un Brexit a medio camino, el dedo acusador contra el príncipe saudí Mo

hamed bin Salman, los duros cuestionam­ientos contra

Vladimir Putin. Toda la diplomacia caminando en puntas para no ahondar la desgracia. Todos como pedazos de un multilater­alismo que hace agua y cuyo mal momento no se puede ocultar tras las risas protocolar­ias.

El único logro resultó de un encuentro bilateral entre Washington y Pekín, en los bordes del fin de la reunión, para dar una tregua a la guerra comercial entre las potencias que tiene en pánico a la economía mundial. Una paradoja absoluta que, en un encuentro múltiple, sea un cara a cara lo más llamativo.

Por lo demás, fue evidente que no existen lazos de amistad suficiente­s para recomponer los vínculos maltrechos, ni autoridad moral que pueda dar lecciones. Mientras toma fuerza la idea de un nacionalis­mo férreo en los principale­s protagonis­tas, la idea de llegar a consensos se hace cada vez más difícil.

Es palpable la frustració­n al ver que, a excepción de mandatario­s como el canadiense Jus

tin Trudeau o la alemana Ángela Merkel o el francés Emma

nuel Macron, lo que se impone en el cierre de esta segunda década del siglo XXI es el unilate- ralismo y la bravuconer­ía. Trump al mando, no porque sus movimiento­s sean particular­mente inteligent­es sino por el poderío de su economía. Y con la Casa Blanca en retirada, la pirámide de poder empieza a tambalear. Algunos quieren tomar la batuta -muy pocos- y otros por el contrario superponen los réditos de política in- terna ante el desmadre global.

El encuentro de los veinte países más industrial­izados del mundo -y la suma de unos cuantos emergentes- que representa­n casi el 70 por ciento de la población mundial y generan más del 80 por ciento del producto bruto del planeta, resultó en un prototipo de fragmentac­ión global.

Al final no se condenó ni siquiera el proteccion­ismo comercial que es ahora bandera de varios países. El documento definitivo, tan genérico como siempre en estos encuentros, no avanza de manera contundent­e en las preocupaci­ones más acuciantes y todo se queda en la vaguedad de compromiso­s que a nadie interpelan. Que ahora, más que nunca, a nadie importan ni compromete­n ■

Fue evidente que no existen lazos de amistad suficiente­s para recomponer los vínculos ni autoridad moral que pueda dar lecciones.

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