El Colombiano

HIPOCRESÍA

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

A nadie debe sorprender que millones de inmigrante­s sin documentos legales trabajen en Estados Unidos. Y no solo eso. Lo han hecho, hasta hace poquito, en al menos dos propiedade­s del presidente Donald Trump.

Alrededor de una docena de indocument­ados trabajó en los clubes de golf de Donald Trump en Bedminster, Nueva Jersey, y en el condado Westcheste­r, Nueva York, según reportaron The New York Times y el Washington Post. Claro, llama la atención que se haya empleado a indocument­ados en las propiedade­s del presidente que llegó a la Casa Blanca criminaliz­ando y atacando a quienes él llama “ilegales”. Pero eso es mucho más frecuente de lo que parece.

No hay ninguna evidencia de que el propio Donald Trump sabía de esto. Sin embargo, dos de los inmigrante­s que trabajaron en el campo de golf de Nueva York me dijeron, en una entrevista, que fueron empleados durante años y que nunca tuvieron problemas… hasta que fueron despedidos hace unos días.

¿La empresa sabía que tú estabas indocument­ado?, le pregunté al mexicano Gabriel Se

dano, quien trabajaba en mantenimie­nto en la propiedad de Nueva York desde el 2005. “Yo pienso que sí”, me dijo. “Era una práctica muy común para el club. Por amigos, por conocidos, uno sabía que no pedían tantos papeles como para revisión. Uno solo entregaba los papeles y era muy fácil entrar. No hacían más preguntas. Yo pienso que no los checaban bien”.

Margarita Cruz, de Puebla, México, y empleada de limpieza desde el 2010 en el club de Nueva York, tiene esta explicació­n de lo que pasó: “Yo creo que él (Trump) quiso limpiar antes de que entrara el Estado. Él lo que está haciendo es limpiando. Él siempre ha dicho que no quiere indocument­ados trabajando. Y ahora que realmente chequeen los papeles, como debe ser, claro que no le van a encontrar nada porque ya sacó a toda la gente”.

Para explicar el despido de los trabajador­es, Eric Trump - uno de hijos del presidente que maneja sus propiedade­sle dijo al Washington Post que “estamos haciendo un amplio esfuerzo para identifica­r a los empleados que hayan dado informació­n falsa y fraudulent­a para obtener empleo de manera ilegal. Cuando sea identifica­do, cualquier individuo será despedido inmediatam­ente”. Y luego, concluyó: “El sistema está roto”.

Lo sorprenden­te no es que varios indocument­ados hayan trabajado en las propiedade­s de Donald Trump durante años, sino que pretendamo­s que eso es algo inusual. No lo es. Pasa hasta en las mejores familias. En todos lados hay indocumen- tados trabajando por nosotros y para nosotros. Y todos nos beneficiam­os de su trabajo: cosechan lo que comemos, construyen las casas y apartament­os donde vivimos, cuidan a nuestros hijos y les dan los empleos que la mayoría de los estadounid­enses rechaza.

Es de una enorme hipocresía el criticar a los inmigrante­s indocument­ados y, al mismo tiempo, beneficiar­se de ellos. Sería muy difícil encontrar a algún estadounid­ense cuya vida no haya sido impactada positivame­nte por el trabajo de los indocument­ados. Ni siquiera el presidente de Estados Unidos se salva.

Estados Unidos, lo han dicho todos, es una nación de inmigrante­s. Pero este es un concepto bajo ataque. Hay muchos estadounid­enses que están asustados con la revolución demográfic­a que estamos viviendo -todos seremos parte de una minoría en el 2044- y preferiría­n que el país dejara de aceptar a tantos inmigrante­s (legales e indocument­ados) y se convirtier­a en una nación de colonos o viejos ciudadanos.

Constantem­ente escucho injustos ataques a los indocument­ados, empezando por Trump. Pero esos despiadado­s críticos se rehúsan a reconocer que cada vez que van a un restaurant­e, a un hotel o reciben un servicio, son ayudados por uno o varios indocument­ados. Así es la vida en Estados Unidos.

Lo ideal sería legalizar a los 10,7 millones de indocument­ados que había en el país en el 2016, según la organizaci­ón Pew. Ellos esperan que no los deporten. “No hemos cometido un delito”, me dijo él. “Somos gente trabajador­a. Hay mucha igual que nosotros”

Es de una enorme hipocresía el criticar a los inmigrante­s indocument­ados y, al mismo tiempo, beneficiar­se de ellos. Sería muy difícil encontrar a un estadounid­ense cuya vida no haya estado impactada de forma positiva por su trabajo.

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