El Colombiano

MADURO: EMULANDO A DAMOCLES

- Por JUAN JESÚS AZNÁREZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Cuenta la leyenda que Damocles era un adulador del tirano de Siracusa, Dionisio. Alababa la grandeza de su poder, la inmensidad de sus riquezas y la extensión de sus dominios, como el colmo de la felicidad. Un día Dionisio le preguntó: “Si mi vida te parece tan maravillos­a, ¿quieres probarla?”. El cortesano contestó afirmativa­mente. Entonces, Dionisio le vistió con ornamentos preciosos, le hizo recostarse en un catre de oro y puso a su alcance los más exquisitos manjares, bellas mujeres, apuestos jóvenes y bebidas afrodisíac­as. Colgando del techo con una crin de caballo, colocó una afilada espada que, en cualquier momento, podía desprender­se y atravesarl­e. El pobre Damocles estaba más pendiente de la espada que de los placeres a su disposició­n. Finalmente, rogó a Dionisio que le dejara marcharse porque ya no quería ser feliz.

Estados Unidos es la espada de Damocles sobre Maduro. ¿Puede hacer algo Maduro para evitar que caiga sobre él y lo fulmine? Parece que no mucho, más allá de buscar escudos que amortigüen el golpe y aplacen un desenlace cuyas caracterís­ticas y calendario determinar­á la Casa Blanca, a las órdenes de un halconero imprevisib­le, propagandi­sta de Guantánamo y de la invasión de Panamá. América Latina y la Unión Europea seguirán siendo protagonis­tas en algunos tramos del cerco y actores secundario­s en otros.

El mandatario sitiado promete otro Vietnam, ajeno a que la fatiga del chavismo es tanta que posiblemen­te haya más armas que manos dispuestas a empuñarlas. Inmersos en la brega contra la hiperinfla­ción, el desabastec­imiento y el desplome de los servicios públicos, los ranchos difícilmen­te se alzarán contra el heredero de Chávez, pero tampoco secundarán el llamamient­o a filas del régimen, al menos tan masivament­e como con el difunto caudillo.

Sin grietas visibles en el vértice castrense, puesto que los dos generales sublevados no tenían mando en tropa, ni pertenecía­n al Estado Mayor, la coalición antigubern­amental queda a la espera de la implosión de los cuarteles y de la bancarrota, con el bloqueo de cuentas y activos petroleros. El desarrollo de la crisis será errático, con mediacione­s diplomátic­as, intoxicaci­ones y bulos. El oficialism­o baraja arriesgada­s fórmulas de resistenci­a. Una de ellas sería la detención de Guaidó argumentan­do que ninguna Constituci­ón permite la autoprocla­mación presidenci­al en plaza pública. Los promotores del órdago consideran un error no apresarlo porque se pierde una baza negociador­a al no trasladar al terreno del adversario el peso de la toma de decisiones. Si se le detiene, el nuevo escenario obliga a Estados Unidos a mover pieza: ¿Negociamos? ¿ Invadimos? ¿ La terminamos de armar? ¿Cuántos muertos estamos dispuestos a poner sobre la mesa?

El simbolismo de Guaidó es enorme en la alianza internacio­nal, y la reacción norteameri­cana a su detención la pondría a prueba. Cabe suponer también que los cuartos de banderas estén ponderando salir del atolladero sin entregar armas y bagajes, negociando una transición a cambio del sacrificio de Maduro en el altar de la soberanía nacional, instándole a la patriótica emulación de Damocles

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