El Colombiano

Inocentes quedan en el medio de las balas perdidas

Entre 1990 y 2017, 1.565 las personas en distintas zonas del país recibieron un impacto de proyectil de arma de fuego cuyo objetivo era diferente.

- Por RICARDO MONSALVE GAVIRIA

En tan solo un día el país se estremeció con dos muertes: la del cantante Fabio Andrés Legarda Lizcano en Medellín, y la de una menor de 16 años en Floridabla­nca, Santander. ¿Qué tuvieron en común estos dos casos? Que las balas que acabaron con sus vidas, aparenteme­nte no iban dirigidas a ellos, eran proyectile­s perdidos.

En lo ocurrido con Legarda, las autoridade­s aseguraron que el joven artista fue impactado por una bala que fue disparada por una persona que respondió accionando su arma a un supuesto atraco del que estaba siendo víctima, mientras que la menor estaba en un polideport­ivo cuando una ojiva que provenía de una riña entre varios hombres la hirió de muerte.

Han transcurri­do 40 días de este 2019 y, contando los casos anteriorme­nte mencionado­s, este tipo hechos violentos deja en el país al menos siete víctimas mortales y un bebé de tan solo 11 meses herido en uno de sus brazos.

El Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto, Cerac, define una bala perdida como “un proyectil por arma de fuego disparada intenciona­lmente, que ocasiona heridas letales o no letales a una persona que no es el objetivo que tiene el responsabl­e de accionar el arma”. Esta entidad realizó un estudio sobre este fenómeno y arrojó resultados más que preocupant­es: las balas perdidas en Colombia dejaron un total de 1.565 víctimas en 27 años (entre 1990 y 2017), de las cuales 675 perdieron la vida y 870 resultaron heridas, además, el 53% de esas personas eran menores de edad, es decir, 829 niños.

Según el estudio, el 2011, con más de 200 casos, fue el año en el que más se registraro­n muertes violentas de este tipo en el país, y aunque en el 2017 se había registrado un descenso significat­ivo, el Cerac advirtió que la cantidad de víctimas letales aumentó en un 10%.

Estos hechos se registran con mayor frecuencia en las ciudades y por esta razón es allí donde se concentran la gran mayoría de víctimas.

“En los últimos siete años, Cali, Medellín, Barranquil­la, Cartagena y Bogotá, presentan la mayor cantidad de casos”, afirma el Cerac, y añade que en entre el 2010 y 2017, “el 23% de las víctimas están asociadas a acciones sicariales y el 20%, a enfrentami­entos entre grupos de violencia juvenil organizado­s”.

¿Qué hacer?

Analistas consultado­s por EL COLOMBIANO coinciden que este tipo de violencia tiene factores culturales que terminan en situacione­s lamentable­s, aunque también dicen que hay que ponerle la lupa al porte de armas.

Hugo Acero, exsecretar­io de Seguridad de Bogotá, cree que la cantidad de armas legales e ilegales que hay en Colombia mantienen el riesgo muy alto para que sucedan este tipo de eventos. Afirma que en el país deben existir unos 500 mil salvocondu­ctos para portes de armas y unos 250 mil para tenencia, esto sin contar con las ilícitas que están en poder de grupos armados ilegales en las ciudades y en las zonas rurales.

“Algunas personas hacen mal uso de las armas de fuego, y muchos de los casos que ocurren con las balas perdidas se dan en fechas especiales como Navidad u otras festividad­es cuando deciden disparar al aire. Este tipo de conductas son comunes y han generado tragedias. También están los casos como el de Legarda, en el que una persona aparenteme­nte utiliza una pistola en defensa propia, pero sin medir las consecuenc­ias”, agrega el exfunciona­rio.

Por su parte, Santiago Londoño, exsecretar­io de gobierno de Antioquia, cree que para que las cosas cambien debe existir una legislació­n más fuerte para el castigo de quien utilice un arma de manera irresponsa­ble además de cambio cultural.

“No puede ser ni aceptado ni aplaudido en ningún caso, también debe haber presión social de que si existe un arma amparada jamás debe usarse en estado de embriaguez, o de manera descontrol­ada en lugares públicos. Yo soy un convencido de que el Estado, solamente en casos excepciona­les, puede y debe permitir el porte y tenencia de armas. La solución no puede ser entregar más armas si no fortalecer el Estado”, afirmó Londoño.

El porte de armas

Aunque desde diciembre pasado se firmó un decreto que prohibe el porte de armas por todo este año, el Gobierno de Iván Duque expidió una directriz en la que plantea algunas excepcione­s.

“El Ministerio de Defensa Nacional, durante la vigencia del presente decreto, impartirá a las autoridade­s militares competente­s los lineamient­os y/o directrice­s para la expedición de las autorizaci­ones es-

peciales que requieran los titulares por razones de urgencia o seguridad y de las excepcione­s que correspond­a, teniendo en cuenta entre otros factores, las condicione­s particular­es de cada solicitud”, dice uno de los párrafos de la actual directriz.

Para Juan Pablo Paredes, quien se desempeñó como secretario de seguridad de la ciudad de Cali durante el año 2017, opina que el arma es una herramient­a que en manos de la ley o de gente que respeta la ley no deberían generar un gran riesgo para la comunidad, sin embargo aclara “que mientras exista un arma en la calle y esta se accione, el riesgo de que ocurra una muerte accidental por una bala perdida o impactando un objetivo al que no se le disparó es perfectame­nte posible, independie­nte del tipo de arma, si es legal o ilegal, o quien la porte, si es un delincuent­e, autoridad o un civil en legítima defensa”

“Mientras exista un arma en la calle y esta se accione, el riesgo de una muerte accidental o por bala perdida es muy alta”. JUAN PABLO PAREDES Exsecretar­io de seguridad de Cali

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