El Colombiano

Agamenón cumplió cuatro años en la cacería del Clan del Golfo

La operación militar y policial ha logrado diezmar la amenaza, pero hay que hacerle ajustes.

- Por NELSON MATTA COLORADO

La Operación Agamenón, la principal estrategia de lucha del Estado contra el crimen organizado en los territorio­s, cumplió cuatro años persiguien­do a su más escurridiz­o objetivo: Dairo Antonio Úsuga David (“Otoniel”), el jefe del cartel narcotrafi­cante Clan del Golfo.

A pesar de que el cabecilla continúa prófugo, el esfuerzo conjunto de las autoridade­s ha diezmado la capacidad de la organizaci­ón, al punto que, si bien sigue siendo peligrosa en extremo, hoy no representa una amenaza directa a la seguridad nacional.

Agamenón se lanzó en febrero de 2015 con unidades élite de la Policía y con la coordinaci­ón de cuatro generales. Su propósito era dar un golpe demoledor en tres meses, pero la facción resistió la primera oleada.

En junio de 2017, con las Farc en vía de desmoviliz­ación, la estrategia se reforzó, convirtién­dose en la campaña militar y policial Agamenón II, la más reciente innovación en el combate a las bandas. El Ejército, Armada y Fuerza Aérea entraron a apoyar a la Policía y Fiscalía, junto a la cooperació­n internacio­nal de agencias de seguridad de EE.UU., Europa y Centroamér­ica.

La cúpula de la estructura, que el clan denomina “estado mayor”, sintió el impacto más brutal: murieron “Gavilán”, “Inglaterra” y “el Indio”, y se rindieron “Pipón” y “Nicolás”.

Según las cifras oficiales, en los cuatro años de la operación se han producido 2.839 capturas, de las cuales 2.183 eran miembros del clan y 656 de otras estructura­s (ver el gráfico); y fueron dados de baja 115 de sus integrante­s.

El costo también ha sido alto para la Fuerza Pública, pues 80 uniformado­s murieron en plena misión, víctimas de planes pistolas o en accidentes ocurridos en el teatro de operacione­s.

Aprendizaj­es

El general Jorge Mora, comandante de la Fuerza de Despliegue contra Amenazas Transnacio­nales (Fudat), que participa en Agamenón, opina que uno de los mayores aprendizaj­es de la estrategia es el esquema de trabajo interagenc­ial.

“Y también la integració­n con otros países”, dice el oficial, y cita como ejemplo la cooperació­n con Panamá en la frontera con Chocó.

“Ellos dispusiero­n 800 hombres del Senafront (Servicio Nacional de Fronteras) para trabajar con nosotros en la subcampaña Escudo Darién. Tenemos un puesto de mando con oficiales de enlace allá, en el corregimie­nto Metetí, y ellos tienen un oficial panameño en nuestra base de Carepa. Compartimo­s recursos e informació­n y hemos dado buenos golpes en esa región, porque los protocolos son rápidos”, dice Mora.

Por el lado judicial, Claudia Carrasquil­la, jefa de la Dirección de Fiscalías contra la Criminalid­ad Organizada, afirma que la lección más importante es “trabajar en equipo entre Inteligenc­ia, Policía Judicial y fiscales que conozcan muy bien la organizaci­ón que están persiguien­do, para entender cómo es su estrategia y poder debilitarl­a”.

La nueva versión

Con la llegada del gobierno de Iván Duque, la operación fue renovada bajo el nombre Agamenón II Plus, creando cinco subcampaña­s: la citada Escudo Darién, la de la Zona Costanera (Córdoba y Sucre), Bajo Cauca, Quibdó y Urabá antioqueño. El propósito es focalizar las acciones en los centros de poder del cartel.

Jeremy McDermott, codirector de Insight Crime, la fundación que estudia el crimen organizado en América Latina, considera que el Clan del Golfo ha sido golpeado de forma importante. “Eso provocó que su poder, antes de alcance nacional, quedara restringid­o a Córdoba, Chocó y Antioquia. Aún así, no están exterminad­os, y si la presión sobre ellos disminuye, podrían recuperar espacios”, advierte el analista.

Según el conteo de Inteligenc­ia, la banda de “Otoniel” cuenta con 1.644 integrante­s aproximada­mente; en varios territorio­s actúa en asocio con bandas locales y redes de apoyo, que suman otros 2.160 delincuent­es a su servicio.

Para el general Mora, las dos principale­s familias que gobernaban la estructura están muy diezmadas: el clan Úsuga David, del cual quedarían cinco cabecillas activos; y el Vargas Gutiérrez, que estaría a punto de desintegra­rse.

Esta inestabili­dad interna favoreció que otros grupos armados arremetier­an contra la organizaci­ón en diferentes lugares del país: el Eln (Chocó), “los Caparrapos” (Bajo Cauca), las disidencia­s de las Farc (Antioquia y Nariño) y “los Pachenca”(Costa Atlántica).

Faltan ajustes

Si bien la persistenc­ia de Aga-

menón ha logrado resultados importante­s, es necesario hacer ajustes para que logre el objetivo final de derrotar al Clan del Golfo.

“Ese grupo sigue teniendo estrechos vínculos con las comunidade­s en las que se desarrolló, siendo el principal generador de empleo para mucha gente”, señala McDermott, y añade: “si ‘Otoniel’ no ha sido capturado todavía, no solo es por su experienci­a pasada de guerriller­o y paramilita­r en el monte. También podría significar que hay focos de corrupción en la Fuerza Pública, funcionari­os que le avisan de antemano dónde serán las operacione­s”.

Carrasquil­la indica que es indispensa­ble mejorar la articulaci­ón entre las agencias que participan en la estrategia, “para que los resultados sean más eficaces, dejando de lado la rivalidad por los resultados”.

El general Mora cree que en esta fase de Agamenón II Plus se requiere mejorar la coordinaci­ón con las tropas regulares y estaciones policiales en los territorio­s, pues al final de la jornada son los que conviven día y noche con esta amenaza

“No hemos capturado a ‘Otoniel’, pero el trabajo ha sido exitoso porque está acorrolado y con menos poder económico”. CLAUDIA CARRASQUIL­LA MINAMI Fiscalía contra Criminalid­ad Organizada

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