El Colombiano

Recuerdos del juglar que tenía en su alma un pedazo de acordeón

- Por CLAUDIA ARANGO HOLGUÍN

Alejo Durán nació el 9 de febrero de 1919 en El Paso, César. Hoy se celebra el natalicio de uno de los referentes del vallenato. Habrá homenajes en su tierra, Cesar.

Más vaquero que campesino, Alejo Durán animaba los ratos de asueto de los trabajador­es de la hacienda Las Cabezas en El Paso, Cesar. “Ahí nací y ahí me hice hombre. Era trabajador, y tocaba el acordeón”, dijo alguna vez.

El bautizado Gilberto Alejandro Durán Díaz llevaba la tradición musical en la sangre gracias a una madre tamborera y varios integrante­s de su familia que tocaban el instrument­o típico del vallenato.

La música era más una afición, su oficio en la finca ganadera hacía parte de su trabajo diario: “Comenzó en la cocina, cuidó la casa, fue ordeñador, casero y corralero, hizo todo el periplo de peón de hacienda”, cuenta el investigad­or cultural Abel Medina Sierra.

Por su carisma y talento sonoro dejó la vaquería y agarró el acordeón. De pueblo en pueblo salía a cantar, “o con sus hermanos o con Luis Enrique Martínez. Demoraban una semana, echaban unos pesos en el bolsillo, les daban unos sacos de plátano y se iban a otro lugar, sin cita previa. Pasaban hasta un año fuera”, explica Medina.

Esas correrías y la llamada trashumanc­ia (cambiar periódicam­ente de sitio) son las caracterís­ticas de lo que se denomina juglar y por eso Durán representa fielmente a los errantes del acordeón.

Una personalid­ad única

El compositor personific­a una época en la música vallenata en la que lo más importante era el estilo, el que Medina describe como reposado, bien marcado por notas largas y con puyas (ritmo afín a la cumbia) más tranquilas y menos aceleradas que las que se conocen hoy, tan frenéticas y vertiginos­as. “Las de él no eran pulsacione­s rápidas ni en su forma de cantar ni de tocar el instrument­o”.

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