El Colombiano

HOMENAJES EN SU TIERRA Y TODO EL PAÍS

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La Ley 1860 de 2017 aprobada por el Congreso de la República declaró este 2019 como “El año conmemorat­ivo a la vida y obra del maestro Alejo Durán”. Por ello se construirá una escultura que será puesta en un lugar referente de El Paso, Cesar, lugar en donde también habrá hoy varios eventos académicos que exaltarán la vida y obra del célebre compositor e intérprete de la región Caribe colombiana. se hará presente como abanderado de la música de

Cantante y compositor

Como intérprete tenía un rango de voz que llegaba a notas que muy pocos colegas conseguían alcanzar, “hasta Jorge Oñate se vio en calzas prietas para llegar al tono al que Alejo llegaba”, explicó el investigad­or. Y como autor era minucioso, observador y contador de historias.

Le cantaba a la cotidianid­ad, a la cultura de la región, a las costumbres de los pueblos, pero en especial a las mujeres.

De cada población salía una canción, por eso su colección de melodías fue abundante y muchos artistas se han encargado de perpetuar su legado. Carlos Vives grabó Altos del Rosario y Fidelina; Los hermanos Zuleta 039, Atardecer sinuano y La trampa, y hasta Diomedes Díaz lo homenajeó con El inventario y Mal de amor.

Su paso por el festival

En bus llegó a Valledupar para montarse en la tarima Francisco El hombre en 1968 y ser el primer Rey Vallenato. Tenía 49 años y una gran experienci­a en correrías, ya había grabado discos que vendía en los municipios. En la competenci­a interpretó Pedazo de acordeón, Alicia Adorada y Corralito. Ganó esa vez, pero una de las anécdotas más registrada­s de su paso por esta tradición data de 1987: “El mayor ejemplo de honradez”, según la misma organizaci­ón del festival.

En la plaza Alfonso López de la capital del Cesar se realizaba la gran final del primer concurso Rey de Reyes del Festival de la Leyenda Vallenata. Durán tocaba de nuevo Pedazo de acordeón, su célebre canción en aire de puya. “Silenció de repente su acordeón, agarró el micrófono y con su voz fuerte hizo la declaració­n que nadie esperaba: ‘pueblo, me he acabado de descalific­ar yo mismo’”, relatan en las crónicas de ese año. Fue un error impercepti­ble para los acordeoner­os que participab­an y hasta para los integrante­s del jurado quienes le pidieron que siguiera haciendo la interpreta­ción, “asunto que rechazó al principio, después aceptó y terminó aplaudido”, contó en un artículo Gustavo Gutiérrez Cabello, uno de los evaluadore­s de ese momento.

Por eso Alejo Durán fue un hombre respetado, no tuvo contradict­ores. Le encantaba jugar dominó, sus amigos lo recuerdan como un caballero humilde, de respuestas rápidas y mujeriego. Tuvo cerca de 20 hijos reconocido­s y otros 20 repartidos en la costa según los biógrafos del artista. Cuando se murió, el 15 de noviembre de 1989, dejó no solo un pedazo de acordeón, también un legado para la historia musical de Colombia

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