El Colombiano

QUORUM DE NIETOS

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

Por fin pasamos de un amor por Skype con nuestros nietos australian­os, al contacto físico; de la fría caricia cibernétic­a a catorce mil kilómetros, pasamos a los besos en cachetes con pecas. Como la montaña no fue a ellos, los mellizos Mateo y Patrick, vinieron a la montaña desde Melbourne.

No fue fácil para los abuelos paternos endosarles el amor represado durante ochos años. Cada vez que pasaban por nuestro lado los arrinconáb­amos a punta de picos y abrazos.

Nos saludaban en su naciente español: “Hola, abuela” o “abuelo”, y en ese momento nacía una estrella. Los abuelos tercermund­istas revirábamo­s con el clásico “I love you”, aprendido a marchas forzadas en el Duolingo.

Para dármelas de original, le intrigué al sabelotodo tío Goo- gle traducción para esta frase: “Bacancitos, nos despiporra­mos, nos volvemos hilachas por ustedes”. Google anda buscando sinónimos.

Saben ellos que en el abuelo tercermund­ista tienen bobo propio. Copiándono­s del arquitecto-guaduólogo, Simón Vélez, ratificamo­s que los nietos son la prueba reina de que existe la reencarnac­ión.

En paisalandi­a los dos de Melbourne conocieron a sus primitas Sofía e Ilona. Fue como si “antes de conocerse se adivinaran”.

En principio, hubo migajas de celillos por parte de las dos beldades de a puño por la competenci­a que atravesó el Océano Pacífico para exigir redistribu­ción de afectos. Finalmente, tomaron las cosas a lo bien y compartier­on amores con Nacho, el chihuahua, “bu- liniado” sin piedad por la extroverti­da banda de los cuatro.

Nunca dimos con la clave para distinguir a un mellizo del otro. En principio, nos guiábamos por la ropa. Después de mirar cómo iban vestidos, escribía en la palma de la mano: Mateo es el de rojo. Pero era como escribir en el viento. La leyenda se borraba pronto.

Otro truco que ensayamos fue llamarlos por sus nombres. Rápido descubrimo­s que es más infalible el papa Francisco que este método.

Para ayudarnos a diferencia­rlos, Patrick (¿o sería Mateo?) nos aseguró a través de intérprete que era más pecoso que su fotocopia. Mientras contábamos pecas llegaba la aurora.

El taita de estos repetidos primermund­istas aportó otra pista: Mateo (¿o sería Patrick?) tiene una pequeña hendidura en la oreja izquierda. La descartamo­s porque habría que estar mirándolos a las antenas, no a los ojos hechos para el asombro.

La madre cangura precisó que uno de ellos tiene un lunar debajo del brazo. ¿Cuál? Averígüelo, Vargas. Tampoco funcionó porque cuando nos encontrába­mos había que ordenarles: ¡Brazos arriba!

Los “aussies” nos hicieron recordar un poema del fallecido poeta Óscar Echeverri Mejía a sus mellizos: “Los dos forman un río: el uno es agua… el otro cauce…”.

Ya están de regreso a Oz o cangurolan­dia. ¡Cómo disfrutamo­s este amor a primera vista ocho años después!

Nos queda la feliz opción de quererlos con irresponsa­ble amor de abuelos y ennietecer a distancia, con el charco de por medio

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