El Colombiano

CREER EN LA PAZ

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Hace unos años, por estas mismas fechas de Semana Santa, yo escribí un artículo sobre las Farc y cómo deberían liberar a los secuestrad­os si estos eran capaces de convencer a sus carceleros a punta de buenas historias. Eran épocas donde la guerra y los secuestros nos tenían tan hundidos que cualquier cosa era una posibilida­d para librarnos. Y yo, como siempre, deliraba con las historias que salvaron a la mismísima Schehereza­de de morir y que ahora también podrían salvarnos a nosotros. Todos, así no hubiéramos sido secuestrad­os, éramos víctimas del miedo, del encierro. Colombia era un país inviable.

Hoy escribo este artículo después de leer el libro de Hum

berto de la Calle, “Revelacion­es al final de una guerra”, un libro para entender que el camino recorrido para buscar la paz fue necesario y no debemos arrepentir­nos. ¿Que pudo ser mejor el recorrido?, tal vez, al igual que pudo ser más sencillo si algunos políticos no se hubieran ensañado contra el proceso y actuaran partiendo de montones de mentiras que sus borreguito­s se comerían completica­s para hacer más difícil el inicio del fin del conflicto con las Farc.

No hay nada peor que luchar contra la ignorancia, contra la gente que discute sin haber leído, por ejemplo, algún acuerdo. En el libro quedan en evidencia varios de esos gremios “aguerridos” que vociferaro­n y opusieron a algo de la mesa de negociació­n, pero que apenas fueron confrontad­os dejaron en evidencia la vergüenza de no haberse leído ni una sola coma. Que pase esto en nuestro país es tristement­e normal, ya hemos visto políticos y delfines que votan sin haber leído. Cuando se quiere estropear algo, siempre es mejor llevar a cuestas la ignorancia.

Lo que yo vi en “Revelacion­es al final de una guerra” es, sencillame­nte, el trabajo juicioso de un grupo de hombres que trataron de hacer las cosas lo mejor que pudieron a pesar de que afuera, un montón de guerrerist­as quisieron sabotearlo todo, echar al traste una intención vital para creer por fin en este país. Muchos dirán que esta no es una paz perfecta, y en efecto no lo es; sin embargo, como dijo el mismo Humberto de la Calle, “la persistenc­ia en la violencia debe ser un incentivo para continuar el camino”. Es necesario cimentar por fin la no violencia en nuestro país. “Como lo hemos dicho mil veces, la cuestión principal no es solo el silencio de los fusiles – que ya es un logro monumental– sino la construcci­ón de una sociedad más incluyente y menos inequitati­va”.

Una lección aprendida en este proceso fue que tratar de abarcarlo todo no tiene sentido, pensar que Colombia será distinta de la noche a la mañana es imposible, pero al menos ya empezamos, y si se respetan los acuerdos habremos emprendido el camino que debimos tomar hace más de 50 años ■

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