FANATISMO RELIGIOSO CONVIRTIÓ EN INFIERNO LA PASCUA DE LA RESURRECCIÓN EN SRI LANKA
Arruinar toda forma de reconciliación es la estrategia de las facciones radicales que tantas desgracias han dejado en Sri Lanka, nación asiática, en el Océano Índico, que trata de sanar las cicatrices de una guerra étnico-religiosa, cerrada en 2009, luego de 26 largos años de toda suerte de prácticas terroristas y genocidas entre una mayoría budista y una minoría tamil-indú, esta última derrotada. Tal intolerancia, que persiste, dejó 100.000 muertos.
La escalada de ayer contra tres iglesias cristianas, colmadas de feligreses que celebraban la Pascua; cuatro hoteles de lujo y un barrio, con 207 muertos y 450 heridos, aunque no fue reivindicada por ningún grupo terrorista, las autoridades responsabilizaron de la misma a “extremistas religiosos”.
De los 21 millones de habitantes del país, el 71 % es budista, 12 % hindúes, 10 % musulmanes y 7 % cristianos. Estos últimos sometidos a una campaña de ataques e intimidaciones por “extremistas budistas”, como lo venían advirtiendo a las autoridades.
Sri Lanka fue declarado “destino estrella 2019”, por Lonely Planet, una de las mayores editoras de guías de viajes en el mundo. Le reconocía sus maravillosos tesoros naturales, un pasado de religiosidad enmarcado en templos y esculturas asombrosas y la seguridad que vivía el país, hecha trizas en segundos por el fanatismo