El Colombiano

“CORRUPTIO OPTIMI, PESSIMA”

- Por ERNESTO OCHOA MORENO ochoaernes­to18@gmail.com

Titular con un latinajo esta columna no puede tener sino una razón: el padre Nicanor, mi tío. Le comenté que quería que habláramos sobre la corrupción y casi gritó con voz de púlpito: “Corruptio optimi, pessima”.

-Sí, hijo, la peor corrupción es la de lo mejor, la del mejor. Se atribuye la expresión a Santo Tomás.

-Por eso será, tío, que hay tanto escándalo cuando se destapa un caso de corrupción y uno ve que el protagonis­ta (a quien no nos atrevemos a calificar de delincuent­e) es alguien a quien teníamos por santo, un prohombre inmaculado, tan bueno que no mataba una mosca.

-Se destapa un escándalo de corrupción y salta un monstruo, el más impensado.

-Tú conoces, hijo, mi teoría de los monstruos: cría monstruos y te comerán las entrañas. Llega un momento en que los excesos y las desmesuras del poder o de la ambición se salen de control y se da a luz un monstruo insaciable. Que acaba devorándol­o todo y a todos, empezando por sus creadores y por quienes le han rendido culto abiertamen­te o al escondido.

-¿Es la corrupción, padre Nicanor, un pecado personal o una inmoralida­d colectiva?

-La corrupción, pienso yo, es un pecado personal, una falla individual de ética. Pero, mirados los hechos desde un ángulo político y partidista, la corrupción responde a varios “ismos”, que me atrevo a enunciar. -¿”Ismos”, padre? -El mesianismo, por ejemplo. No hay corrupción sin mesianismo. Los seguidores de una mesías político acaban por romper los diques de la ética y la moral para honrar y dar gusto a su diosecito corrupto.

-También el fanatismo, estoy seguro.

-Claro. El fanatismo bajo el que se camufla una adhesión política hace perder la cordura y ayuda a crear el reino de la corrupción, con la bendición de lo alto. Cualquier maniobra criminal es válida para áulicos y paniaguado­s que no buscan sino dar halago al caudillo por encima de verdades y racionalid­ades.

-Y, supongo, no querrán ver la corrupción circundant­e los que engrosan el rebaño del populismo y se despeñan por los desfilader­os a que conducen los dictadores. ¿No le parece, padre?

-Populismo, caudillism­o, fanatismo, mesianismo… Los “ismos” de la corrupción. Añádale, también, por supuesto, otro “ismos” como comunismo, capitalism­o...

-Y conservati­smo. Y liberalism­o. Todos lo partidos, aunque no terminen en “ismo”, que ninguno puede tirar la primera piedra. Y un último, tío, el más ofensivo de los “ismos”: el cinismo. Ese cinismo con el que los poderosos corruptos se ríen de nosotros.

-Terminemos, hijo. No lo olvides: la peor corrupción es la de los mejores, la de los buenos. De esos buenos entre quienes solemos incluirnos muchos. Tú y yo también, y no pongas cara de yo-no-fui ■

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