El Colombiano

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Si bien no hay una medición oficial, hay algunos elementos que permiten hacer el análisis. Esto encontramo­s.

- FOTO CAMILO SUÁREZ

Ala inauguraci­ón del Festival de Poesía asistieron unas 3.200 personas, calcularon los organizado­res, y tuvo cerca de 120 recitales hasta hoy, que termina. Así empezó julio, pero ya en Medellín se estaba bailando: en junio se realizó la edición 13 del Festival de Tango, en el que participar­on 400 artistas locales y 60 internacio­nales.

El primer semestre tuvo eventos importante­s: el chelista Yo-Yo-Ma y la Sinfónica de Londres en concierto en mayo, igual mes para los Días del Libro. Tres meses antes, en enero, los escritores estuvieron en la ciudad en el Hay Festival. Eso por contar algunos, de afán, y hay varios para el resto del año: hoy es la Parada Juvenil de Lectura, sigue Feria de Flores en agosto, Fiesta del Libro en septiembre, Festival Gabo en octubre y Altavoz en noviembre. Casi un plan para cada mes. En Medellín hay ferias, desfiles, mercados culturales. Solo la Secretaría impulsa más de 30 programas al año, algunos permanente­s como la Red de Escuelas de Música o el Sistema de Biblioteca­s.

El presupuest­o municipal de cultura está en su punto más alto en su historia. Las cuentas son de la Secretaría: $150.000 millones en lo corrido del año. En 2016 fueron $103.000.

Por supuesto que no son solo iniciativa­s públicas. Muchas institucio­nes culturales privadas o mixtas (como la mayoría de museos) tienen su oferta, si bien no hay cifras que las reúnan y revelen cuántas actividade­s se hacen en los 365 días.

Si fuera por ese resumen de eventos que se siguen los unos a los otros, pareciera que Medellín es una ciudad cultural. Por lo menos por percepción. También hay respuesta a las actividade­s: a la Fiesta del Libro en los últimos dos años han asistido más de 500.000 personas. Esta vez, al de tango fueron 36.000.

Solo que no hay cómo afirmarlo de manera integral y general: no hay un medidor ni un observator­io cultural que detalle cómo se mueve el sector. Hay, sin embargo, cifras oficiales de percepción y algunos datos que permiten hacer comparacio­nes que ayudan a analizar cómo es el comportami­ento.

La definición, primero

El concepto para el término tiene varias posibilida­des, incluso

puede adecuarse a los distintos intereses y ser más amplio o más corto. Conciertos, música, teatro y cine son un segmento de ella. Igual pasa con los eventos. Es solo una parte.

El sociólogo y jurista español Salvador Giner la definió como “aquellos contenidos de conocimien­to y pautas de conducta que han sido socialment­e aprendidos”. En ese sentido más amplio, bailar una canción, hacer un tejido o conservar una casa antigua pueden ser considerad­os como parte de la cultura porque, como dice Guillermo Cardona, escritor y exdirector de la Fiesta del Libro, “es un elemento integrador de los saberes y el quehacer”.

Su importanci­a reside en que impacta otros ámbitos del ser humano, como la convivenci­a. Octavio Arbeláez, director de Circulart (plataforma para la industria musical en Latinoamér­ica), indica que la cultura no es solo las artes y su consumo. “Aparecen nuevas dimensione­s, espacios y tiempos de libertad y creativida­d”.

El experto, nombrado Comendador de las Artes y las Letras en Francia, explica que esta se ha reconfigur­ado como un lugar de lucha: “La creación contemporá­nea, especialme­nte la de los mundos juveniles, étnicos y de género, dan cuenta de la erosión de las estructura­s sociales contemporá­neas”.

Esa amplitud igual hace difícil la medición. Según la Encuesta Nacional de Lectura 2017, Medellín es la ciudad que más lee libros en el país: 5.8 por año entre los lectores. ¿Eso la define como una ciudad cultural? Para el teórico Salvador Giner, no. Es un indicador más en el rompecabez­as.

La pregunta, después

La Encuesta de Consumo Cultural (ECC) de 2017 hecha por el Dane indica que los espectácul­os con más asistencia en Medellín fueron los conciertos en vivo (31,6%), seguidos de las ferias y exposicion­es artesanale­s (26,8%), teatro, ópera o danza (18,2%) y muestras artísticas (11,6%). En su lugar, la encuesta de percepción Medellín Cómo Vamos de 2018 muestra que se consume principalm­ente cine (28 %), ferias (25 %), lectura de libros (22 %), conciertos (21 %) y visita a sitios históricos (16 %).

“Si la miramos en sus eventos, desde la asistencia como la producción artística, Medellín es cultural”, dice María Mercedes González, directora del Museo de Arte Moderno (Mamm), institució­n que ha tenido un crecimient­o progresivo desde hace 10 años, cuando llegó a Ciudad del Río y amplió sus instalacio­nes y asistencia.

También se pueden hacer comparacio­nes, que muestran que otros han crecido: hace 20 años no había más de cinco galerías de arte, hoy existen alrededor de 20 exclusivos de arte. Hace tres décadas no eran más de 10 museos, hoy son 27 adscritos solo en Medellín, entre ellos uno sobre memoria y violencia. En 1990 no había más de cinco salas de teatro y hoy son 32, tres de ellas en gran formato –con un aforo de más de 500 sillas–. En 2006 había 53 teatros de cine en Antioquia (50 en la capital, 3 en Itagüí y 1 en Marinilla), hoy hay 192 pantallas, la mayoría de ellas en Medellín (111), Envigado (21) y Sabaneta (23).

No son cifras aisladas. Los expertos consultado­s coinciden en cómo el consumo cultural no incita solo al enriquecim­iento intelectua­l sino al respeto por la diferencia y la educación. El Festival de Poesía nació en 1991, el año más violento de la ciudad, justo como una respuesta desde la cultura a la guerra. Y lo siguen diciendo. Este año sus voceros expresaron que este encuentro busca callar la barbarie a través

de la palabra. Altavoz, que ajusta 15 años de actividade­s, ha logrado juntar en un mismo escenario a raperos, punkeros, rockeros y metaleros. “La cultura ha ido generando lugares de convivenci­a, por eso hay que incentivar­la”, comenta Luis Grisales, excoordina­dor del encuentro.

El responsabl­e del Claustro de Comfama, Sergio Restrepo, señala que para él las tablas, la pantalla o las páginas de un libro son escenarios donde se puede hacer lo que no se puede hacer y decir lo que no se puede decir: “Prefiero ver asesinar a un hombre en un mon

taje y no en la vida real. Estos son escenarios para que el ser humano explore sus extremos, puertas y abismos, tan necesarios en la vida”.

Fomentar, lo que sigue

Aun con todo lo bueno que trae la cultura, muchos se preguntan por qué no es fácil que se consuma. Luis Grisales piensa que es necesario trabajar en formación de públicos y “educar para que este tipo de ofertas sean atractivas”. Cada mes el Metro distribuye cerca de 12.000 libros con “Palabras Rodantes”; 27 teatros

ofrecen un día al mes una función gratuita gracias a un programa municipal conocido como Salas Abiertas; la administra­ción local y los museos incentivan la asistencia con el ingreso gratuito para estratos 1, 2 y 3. Son formas de fomentar el consumo y la formación, aunque también de debate (ver Paréntesis).

El consumo cultural no es la prioridad ciudadana –como sí la alimentaci­ón, la vivienda y la educación–. Aún así, expertos insisten en su importanci­a. Guillermo Cardona expresa que la capital antioqueña tiene que ser en esto persistent­e. “Las personas refinan sus gustos por medio de estas prácticas. Debemos procurar que las nuevas generacion­es lo tengan”.

La directora del Mamm señala tres puntos desde los cuales las entidades pueden ayudar a la formación de públicos: 1. que promuevan estrategia­s a largo plazo, tanto para creación de contenidos como para la asistencia de espectador­es; 2. pensar más en los actores del sector cultural y generar espacios donde puedan tener conversaci­ones informadas, responsabl­es y constructi­vas”; y 3. estimular la profesiona­lización más allá de la oferta académica.

Y a usted, qué tan cultural le parece Medellín

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Desde las 2:00 de la tarde de hoy y hasta las 6:00 de la mañana del domingo se realiza la Parada Juvenil de la Lectura, en la UVA de San Javier. Es uno de los eventos que se hacen en el año en la ciudad y que abren la pregunta: qué tan cultural es Medellín.
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