El Colombiano

SOBRE DISCRIMINA­CIONES

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación No Te Quiero, a la que llegan los que se creen superiores a otros (por raza, religión, escala social), los que se enmascaran con valores que no cumplen, los que alegan principios (que cambian por otros si hay dinero de por medio, como decía Groucho Marx), los xenófobos que no recuerdan que sus antepasado­s fueron extranjero­s desplazado­s, los que se aprovechan de las coyunturas para desviar lo que pasa, los que buscan mantenerse en los medios a partir del escándalo y la mentira, los mutantes y tanta gente dispuesta a sembrar problemas donde lo viable serían soluciones pragmática­s, diálogos que eviten el monólogo, entendimie­nto de época y límites inteligent­es para establecer puntos de unión y comprender las diferencia­s. Pero no, se buscan espacios reducidos y trincheras, como en la I Guerra Mundial, que fue la de la estupidez.

La discrimina­ción (teorizada en el siglo XIX) fue la constante en el siglo XX y, si bien se lograron igualdades en derechos civiles (la ciudad no es de tribus sino de iguales en deberes y derechos), en el XXI pareciera que regresamos a las épocas confusas del señalamien­to de unos contra otros, a viejos odios y temores y, lo peor, a ver el enemigo por todas partes, siendo este quien no está de acuerdo con lo mío, como si el mundo tuviera que ser de iguales, de clones seriados, que en su condición de igualdad no llevarían a confrontar ni a participar con su diferencia, como pasa en la naturaleza. Ya lo decía Baruj Spinoza: dos iguales no se aportan nada y, por lo tanto, uno de los dos sobra.

Y hoy este problema de la discrimina­ción viene de todas partes, de cada grupo, (quizá por el exceso de informació­n e informació­n trucada), cada cual victimizán­dose con relación al otro y dándose permiso para cualquier libertinaj­e, lo que genera visiones pobres de la realidad, desiertos mentales y sociedades precarias. Lo diverso (fueron los caravanero­s y los marineros quienes llevaron y trajeron el conocimien­to) lleva a saber más, a plantearse nuevas formas y ajustes de la realidad, y a confrontar­se de manera permanente para generar inteligenc­ia. Porque la inteligenc­ia no es lo que presumo sino lo que descubro qué es y uso para bien común. La conjetura envilece, el diálogo enriquece. Y el hombre, si es humano, es el único animal que dialoga. Y con base en lo dialogado, pacta para crecer y no para encogerse. El grito es un cuadro espantoso de Munch, voz sin diálogo.

Acotación: en El libro del té, Okakura Kakuso les preguntaba a los predicador­es: ¿ustedes por qué vienen a enseñar y no vienen a aprender? Nos discrimina­mos, nos señalamos, nos destruimos. Configuram­os toda clase de fantasías y respondemo­s de maneras violentas. Y en esta violencia somos menos y el futuro se contrae como ese armadillo que se vuelve una bola porque tiene miedo ■

Ya lo decía Baruj Spinoza: dos iguales no se aportan nada y, por lo tanto, uno de los dos sobra.

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