The Americans, el final invisible
certidumbre para ver uno de los cierres más sombríos que he visto en serie alguna. Por eso pienso que es una de las mejores series que se han producido: arriesgada, crítica, precisa a la hora de representar los contrastes del sueño americano y detectar la mampostería engañosa que lo sostiene. ¿Para qué recrear la paranoia nuclear de los años ochenta en pleno siglo XXI? El sentido parece apuntar a los problemas no resueltos que quedaron de esa época: aunque las tensiones se silenciaron y el muro cayó, el espíritu de la guerra se mantuvo muy despierto y eso es lo que quiere denunciar la serie, que el ansia de poder genera destrucción y la nación más poderosa del planeta no modera su feroz apetito. Tienen que existir personas como los Jennings para hacerle zancadilla al sistema, más que espías de una nación enemiga, ellos son un ejemplo de resistencia, aunque el desenlace de su historia no los trate con la justicia que merecen. Vi el final de la serie con un nudo en la garganta. No hay victoria ni redención para los dos. Aunque su amor prevalece, el exilio es inevitable; más que el exilio, el destierro. Porque Philip y Elizabeth son personas sin patria. Aunque sus misiones estaban al servicio de la Unión Soviética y sus recuerdos de infancia los mantenía unidos a una causa, aquel lugar que consideraban su verdadero hogar les da la espalda. La familia, que parecía lo único verdadero en su rutina de farsas y celadas, termina fragmentándose y ni siquiera pueden contar con el alivio de las despedidas. Llego un año tarde al final de esta serie pero verlo me siembra el deseo de repetir cada uno de sus capítulos para reivindicar la rebeldía soterrada que anida en el corazón de los dos espías. No son peones que obedecen sin debatir las órdenes atroces que sus comandantes invisibles les hacen llegar, son héroes cuyo viaje los transforma y aunque se manchan las manos de sangre, cada misión los acerca a la luz de una verdad que todavía hoy debería escucharse.