El sucesor que no llegó al poder
Andrés Felipe Arias vivía como si no pudiera ser detenido en su ascenso. Así lo aseguraron varios de sus amigos en entrevistas de la época, cuando, en 2005, con 32 años, llegó al Ministerio de Agricultura y se convirtió en el miembro más joven del gabinete del entonces presidente Álvaro Uribe y en una especie de personificación del mandatario. Arias presumía una reproducción precisa de las palabras del entonces presidente, de sus gestos, como los énfasis con la mano al final de cada sílaba. El político, nacido en Medellín en 1973, había acumulado títulos –economista de la Universidad de los Andes, doctor de la Universidad de California, asistente de investigación de esa institución, miembro de la junta directiva de Ecopetrol–, pero el más importante lo obtuvo al llegar al gobierno de Uribe, aquel que reivindicaría en su carrera: era conocido como “Uribito”. En febrero de 2009, cuando renunció al gabinete para aspirar a la presidencia, Arias era el elegido del político más popular de Colombia –77 por ciento de popularidad en noviembre de 2008, según la encuesta Gallup–. La presidencia, en ese escenario, parecía un paso más. Pero Arias no estaba ante el siguiente escalón, sino ante el vacío. La caída, más allá del escándalo de AIS, la determinó una cifra: 37.777. Fue la diferencia de votos con la que perdió la candidatura del Partido Conservador en la consulta contra Noemí Sanín, por quien votaron miembros de todos los partidos en un intento por frenarlo. Después de eso, el descenso fue implacable: la detención en 2011, la condena en 2014 a 17 años y, finalmente, la extradición de Estados Unidos en 2019.