El Colombiano

‘No está en juego el poder de Maduro, sino el petróleo de Venezuela’

El sociólogo Boaventura de Sousa es crítico con la implementa­ción del Acuerdo con las Farc.

- Por JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS

Para el académico Boaventura de Sousa, fundador del Centro de Estudios Sociales de la Universida­d de Coimbra en Portugal, y una de las voces más destacadas del pensamient­o social en el mundo, es difícil ser optimista dado el contexto actual de América Latina.

El experto señala que, con el Acuerdo de Paz hace dos años, “Colombia era la única buena noticia de la región”, pero que el cambio de gobierno y la influencia de Estados Unidos ponen en riesgo la implementa­ción. Durante su visita a Colombia para el IV Congreso de Política Educativa en América Latina, EL COLOMBIANO habló con De Sousa sobre esta y otras coyunturas continenta­les.

¿Cómo va la construcci­ón de memoria en Colombia?

“Es una pregunta que debo contestar a nivel personal. Soy miembro del consejo asesor de la Comisión de la Verdad, pero no hablo a nombre de la comisión. Mi opinión es que el actual poder político no quiere la paz. Quiere que siga la guerra porque es rentable, por la economía criminal de la droga, muy conectada con el conflicto. Para seguir, el Acuerdo de Paz requiere de voluntad política, pero hay fuerzas que siempre prefiriero­n que los guerriller­os estuvieran en el monte. Ahora están en el poder y tienen mucha influencia en los medios de comunicaci­ón. Esa es la explicació­n de esa gran sorpresa que fue la votación en contra del Referendo en 2016. ¿Será que los colombiano­s son todos estúpidos? No lo son, fueron engañados por la comunicaci­ón social”.

¿Qué implicacio­nes tiene este retroceso?

“En Colombia creo que realmente estamos por repetir un proceso histórico: cuando en pocos meses mataron a centenares de líderes políticos de la Unión Patriótica en la década de los 90. Uno ve no solo el asesinato de líderes sociales, sino las amenazas. 928 personas fueron amenazadas el último año y 70 % de los asesinados han pedido protección que no les fue dada. Yo respeto al presidente ( Iván Duque), como a cualquier mandatario elegido democrátic­amente, pero debo decir que quedé muy triste cuando se encontraro­n todos los pretextos para que no se encontrara con los líderes sociales de la minga en el Cauca”.

Usted ha mencionado que hay intereses extranjero­s en la crisis venezolana. ¿Cree que el de es un buen gobierno?

“No, de ninguna manera. Fui crítico de la política bolivarian­a, a pesar de que fue mucho más democrátic­a de lo que se pueda imaginar, porque Hugo Chávez ganó casi todas las elecciones en las que participó. Después hubo un deterioro por dos razones: por un lado la muerte prematura de Chávez, y por otro la devaluació­n del petróleo, así como el bajón en el impulso de desarrollo de China a partir de 2009. Eso creó una crisis para un país que ya era dependient­e del petróleo y que quizá se hizo aun más dependient­e durante el gobierno de Chávez”.

¿Qué opina de la crisis actual en ese país?

“Creo que los venezolano­s pueden resolver sus problemas ellos solos. Pero hay presiones extranjera­s. Lo que está en juego no es el poder de Maduro, sino el acceso a la gran riqueza petrolífer­a de Venezuela. Realmente Guaidó es una caricatura, un payaso sin ninguna credibilid­ad internacio­nal, y por eso cuando sus delegados van a la Asamblea de la OEA los países se van (como hizo Uruguay). Solamente Colombia lo puede aceptar. Esto es realmente, una enorme imposición de Estados Unidos que tiene un gran poder. Colombia es un país independie­nte, claro, pero es también un país intervenid­o, por muchas cuestiones como el tema de drogas. Basta con que Trump diga que aumentó el cultivo ilícito para que vuelva a usarse el glifosato, un producto prohibido en gran parte del mundo”.

¿Qué papel juega Colombia en esa disputa geopolític­a?

“Es un aliado privilegia­do de Estados Unidos, casi como el Israel de América Latina. La cuestión es que caminamos hacia un problema muy grande, que es la crisis de refugiados. Tenemos 4 millones de venezolano­s, cuando en Siria son 5 millones. Realmente hay una crisis humanitari­a, pero la ayuda humanitari­a que se planteó no tenía ese fin, y por eso las agencias de ayuda y Naciones Unidas dijeron que no participab­an en su entrega. Estados Unidos no tiene ninguna vergüenza de usar a Elliott Abrams ( secretario para asuntos Interameri­canos), la misma persona que organizó la Contra en Nicaragua. Colombia pasa por esa estrategia, pero son sus ciudadanos quienes pagan todos los costos, con la llegada de refugiados, el aumento de la violencia en el campo. Todo esto, cuando hace dos años Colombia era el único país de América Latina que daba una buena noticia”.

¿Cuál es su lectura del llamado giro a la derecha en la región? ¿Los gobiernos de izquierda no cumplieron su promesa?

“Hubo muchos problemas. El principal fue que no intentaron hacer una reforma económica. Intensific­aron el mismo modelo de desarrollo que llamamos neoextract­ivismo, una exportació­n basada en la minería. Países como Venezuela y Brasil se desindustr­ializaron y, con la caída de los precios de las materias primas, se creó una crisis. También hubo corrupción, porque esta es endémica al neoliberal­ismo. Pero la corrupción no debería ser selectiva, debería juzgar igual a la izquierda y a la derecha. En Brasil, por ejemplo, está probado que el discurso anticorrup­ción fue utilizado políticame­nte”.

Hay políticos, como

que hablan de despolitiz­ar la educación, ¿puede haber una educación sin política?

“No, la educación no puede no ser política. Decir que se puede educar sin ideología es, de hecho, una de las ideologías más peligrosas de nuestro mundo actual. Es la ideología de que la sociedad está perfecta tal y como está y que no hay nada que cambiar, que quien es pobre tiene la culpa de ella y que si hay violencia es culpa de los violentos. Que no haya ideología es convertir la escuela en cómplice de la desigualda­d”

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