El Colombiano

EDITORIAL

Oportuno anuncio de la Séptima División y la IV Brigada del Ejército de reforzar su presencia en el Norte de Antioquia. La población civil sufre graves atropellos de los grupos armados ilegales.

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“Oportuno anuncio de la Séptima División y la IV Brigada del Ejército de reforzar su presencia en el Norte de Antioquia. La población civil sufre graves atropellos de los grupos armados ilegales”.

El aumento de los combates, de los atropellos contra los civiles y el crecimient­o de las disidencia­s de los frentes 18 y 36, además de la presencia del clan del Golfo, llevaron a que, con acierto, la Séptima División del Ejército y la IV Brigada decidieran reforzar su presencia y operacione­s en el Norte de Antioquia, cuyo eje es el municipio de Ituango, donde la gente expresa su desespero y preocupaci­ón por la crítica situación de orden público rural y urbana.

El diagnóstic­o del área constata que por allí, además del Bajo y Cauca y parte del Sur de Córdoba, se mueve el 30 por ciento de la cocaína que se produce en Colombia. El Nudo del Paramillo es un corredor de movilidad del que se desprenden las cordillera­s de Abibe, San Jerónimo y Ayapel, también los ríos Sinú y San Jorge, y otros importante­s afluentes, sumados a un entorno de rutas estratégic­as como la Troncal a la Costa Atlántica, la Vía al Mar y otras conexiones por Dabeiba, y de Planeta Rica a Montería.

Noticias de las últimas horas reportan la aparición de nuevos campos minados en Briceño y es conocida la situación crítica de veredas como Santa Rita y La Granja, en Ituango. El control y la intimidaci­ón de los grupos ilegales se extien

den incluso al casco urbano de Ituango donde la gente manifiesta su temor por las extorsione­s, los secuestros y las amenazas permanente­s en la región.

Un informe de este diario, 15 días atrás, dio cuenta del crecimient­o de las disidencia­s del frente 18, comandadas por Erlinson Chavarría Escobar, alias “Ramiro”, quien al modo de la disuelta guerrilla intenta adoctrinar a los habitantes de los caseríos y reclutar a jóvenes sin mayores oportunida­des escolares y económicas.

En los últimos días, el Ejército golpeó a una pequeña escuadra del clan del Golfo en San Agustín de Leones, de donde salieron desplazada­s 27 personas debido a combates de dos o más grupos durante los últimos 15 días. Ituango no ha podido recuperar una tranquilid­ad continua, sostenida, que le permita aprovechar sus enormes recursos agrícolas y emprender planes de desarrollo que no se vean interrumpi­dos por las constantes hostilidad­es armadas ilegales.

Hace unos meses, editoriali­zamos sobre el doloroso precio que ha pagado esa comunidad durante los últimos 25 años debido a la presencia numerosa de grupos subversivo­s y paramilita­res, con históricos episodios de masacres (El Aro) y disputas territoria­les entre las desapareci­das Farc y las Auc, y hoy entre las disidencia­s, el Eln y el clan del Golfo.

Las autoridade­s ituanguina­s han debido afrontar, por más de dos décadas, sucesivas emergencia­s humanitari­as, dado el desplazami­ento de centenares de labriegos del área rural a las cabeceras de los corregimie­ntos y al casco urbano del municipio.

Incluso con importante­s proyectos e inversión social en la zona, las comunidade­s se ven sacudidas cíclicamen­te por los coletazos del conflicto armado y su principal detonante: el narcotráfi­co. Hay veredas, adentro del Nudo del Paramillo, que viven en un régimen de ilegalidad impuesto por las bandas. “¿Dónde está el Estado?”, se preguntan los ciudadanos, tras la desmoviliz­ación de las Farc. Ha tardado.

La decisión de las mencionada­s unidades militares de aumentar el pie de fuerza y despachar desde Ituango, además de responder las alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo, debe llevar seguridad y alivio a los pobladores de Ituango y a los municipios contiguos, constantem­ente asediados por un amplio espectro de criminalid­ad ■

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ILUSTRACIÓ­N MORPHART

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