El Colombiano

TENDENCIAS CIAS

La del Carmen paseó en los carros de los conductore­s, como es tradición. Por estas razones celebran.

- Por JONATHAN MONTOYA GARCÍA

Cómo llegó la tradición de la Virgen del Carmen a Medellín.

El estruendo que provocaron los pitos fue tanto que obligó a muchos a salir a sus ventanas o balcones a ver qué era lo que sucedía. Desde Las Palmas se escuchó la procesión cuando iba por la Avenida Oriental. Los que recordaban que era 16 de julio entendiero­n el motivo: era el Día de la Virgen del Carmen, conocida como la advocación de los transporta­dores.

En Medellín es difícil no saber de esta fecha en la que en buses y taxis se ven cintas templadas de un extremo a otro, de color marrón y blanco, con uno que otro moño y, por supuesto, la imagen de la virgen.

Un escapulari­o

El teólogo de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a, Camilo Galvis, explica que la mayor cantidad de tradicione­s religiosas que hay en el país fueron heredadas de los españoles, quienes las transmitie­ron en la época de la colonizaci­ón.

Esta devoción data, asegura él, desde el siglo XIII y surge con San Simón Stock, un hombre de la orden del Carmelo a a quien se le apareció esta virgen para entregarle un escapulari­o, un tipo de delantal por delante y por detrás, que quedó reducido para los laicos en dos pedazos de tela.

Hoy hay replicas de los tradiciona­les escapulari­os que se cuelgan en taxis y buses, no tanto con telas como con tiras. Algunos también pegan stickers del escapulari­o

en el bómper trasero de los carros, para que los guíe, y también para que los proteja.

Cuando el desfile pasa por el Monasterio San José, las monjas les echan la bendición. Otros son cortados, es una tradición, y a cambio les dan uno nuevo. Eso cuenta Fray Darwin Castro, de la Orden de los Carmelitos Descalzos. Se hace como símbolo de las tres promesas que tiene el escapulari­o: el amor y la protección de María, la pertenenci­a a María por completo y la sumisión a Cristo Jesús.

De Israel a España

El Fraile cuenta que cuando los ermitaños del Monte Carmelo, donde está la ciudad de Haifa, en Israel, salieron huyendo a España, se consagraro­n a la madre de Dios. Desde ese momento esa figura empezó a tener la connotació­n de estrella de mar, que es la que guía a un lugar seguro. De esa forma, en España comenzaron a ser reconocido­s como los ermitaños de la estrella. Es la razón, añade el fraile, por la que los transporta­dores se acogen a esta advocación.

La creencia tomó fuerza en Europa y en España, asegura Galvis. Se volvió patrona de del transporte fluvial y, en general, de los transporta­dores, excepto de los pilotos, que tienen a la Virgen de Loreto.

Desfile en Medellín y ruta

La tradición llegó al país con las carmelitas descalzas que vinieron a Medellín al convento Monasterio San José–La Mansión, narra Castro. La misma Orden arribó a Villa de Leiva, hace un poco más de 100 años.

Allá los transporta­dores acompañaro­n la procesión de la Virgen y ese, dice él, fue un primer inicio. Dos municipios de Antioquia, Sonsón y Frontino, recibieron a los Carmelitas (masculinos).

En el primer territorio en 1914, los transporta­dores acompañaro­n la procesión de la Virgen. En Medellín la tradición se recibió desde esos municipios, cuando los administra­dores de las Parroquias de Sonsón y Frontino visitaron el Seminario Carmelitan­o Monticello con los formandos y luego fueron a Manrique, a la parroquia de El Señor de las Misericord­ias, donde acompañaro­n a las monjas de La Mansión.

Por eso los transporta­dores desfilan desde la iglesia de Manrique hasta el convento, y luego van hasta la Avenida Oriental, detalla el Fraile.

Tradición que perdura

Para Galvis los colombiano­s son muy festivos, “nuestro contexto cultural está muy guiado por la espiritual­idad y a un deseo de trascenden­cia. Siempre busca satisfacer­se con lo material con auxilios sobrenatur­ales, y la Virgen como madre da asistencia, porque está pendiente de su hijo. Es motivo de compañía y de solidarida­d”.

En el país, la advocación tiene sus miles de devotos, no hay que ser transporta­dor para encomendar­se a ella. Diomedes Díaz fue uno, le dedicó diferentes versos en sus canciones, uno de ellos dice así. Tal vez lo leerá cantando: “El 16 de julio es la fiesta, de la Virgen del Carmen”

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FOTO SANTIAGO MESA La tradición de encomendar­se a la Virgen del Carmen inició en un viaje de Israel a España y, luego, después de expandirse en el país ibérico, llegó a Colombia.

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