El Colombiano

Insegurida­d se debe enfrentar de manera sistemátic­a

- ALEJANDRO BUSTAMANTE FONTECHA Profesor de Ciencia Política

Del mismo modo en que la sociedad está jerarquiza­da, lo están las empresas legales, pero también lo está la ilegalidad. En estos ámbitos existen mandos superiores, mandos medios y trabajador­es rasos. En términos generales, el mundo de la legalidad gira en torno a la producción generada, directa o indirectam­ente, por el trabajo humano. En cambio, el mundo de la ilegalidad se caracteriz­a por el predominio de diversas formas de parasitism­o sobre los frutos del trabajo humano, o, incluso, por una abierta depredació­n de la vida humana misma. Vivir a costa del esfuerzo de otro o de la pro

pia vida de otro, es decir, vivir con base en la expoliació­n del otro, es la marca de la criminalid­ad. En ese sentido, el crimen debe considerar­se –pese a lo incómoda que resulte esta afirmación– como una “forma de ganarse la vida”. De hecho, en todas las sociedades existen personas que viven de este modo. Para ellas, el crimen es una forma de vida: de él, derivan su sustento y, en no pocas ocasiones, de él proceden sus lujos, sus privilegio­s y su poder. Y así como en el mundo de la legalidad se distribuye­n los recursos de manera inversamen­te proporcion­al al número de beneficiar­ios (las minorías reciben más y las mayorías reciben menos), en el mundo de la ilegalidad, no podría ser de otro modo. Entonces, digámoslo crudamente: las clases bajas actúan por necesidad, las clases medias, por calidad de vida, y las clases altas, por privilegio­s. Esto vale tanto para el mundo legal, como para el ilegal. Es un error centrarse solo en quienes delinquen por necesidad, pues, quienes delinquen por calidad de vida y, sobre todo, por privilegio­s, crean el caldo de cultivo para la reproducci­ón del delito. La insegurida­d sólo puede enfrentars­e de manera sistémica.

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