El Colombiano

¿DÓNDE ESTÁ LA GENTE?

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redaccion@elcolombia­no.com.co

Hoy y mañana, la sección de Primera instancia para casos de ausencia de reconocimi­ento de verdad y responsabi­lidad de la Jurisdicci­ón especial para la paz (JEP) realiza audiencias públicas en Medellín por una razón básica: el Estado ha fallado. Y lo ha hecho ante una atroz vulneració­n de los derechos humanos: la desaparici­ón forzada.

La JEP está en nuestra ciudad como respuesta a la solicitud de dos representa­ntes del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado y siete familiares de desapareci­dos para que se adopten medidas cautelares anticipada­s (es decir, garantizar que se logre esclarecim­iento) sobre lugares donde “se presume existen personas inhumadas dadas por desapareci­das en el marco y con ocasión del conflicto armado”. Se trata de dieciséis sitios ubicados en Sucre, Santander, Caldas, Cesar y Antioquia (algunos municipios en el área de Hidroituan­go; el caso que se discute hoy –la Comuna 13–, concentrad­o en la Escombrera, la Arenera y polígonos adyacentes; y el cementerio Universal).

Considerem­os un “tiempo prudencial” para la acción del Estado, con la Operación Orión (2002) como ejemplo: ¿Por qué diecisiete años después del operativo las institucio­nes oficiales todavía no ofrecen respuestas claras para las familias de las víctimas? El alcance de las estructura­s del poder establecid­o permite entender la importanci­a de estas audiencias. En Colombia, los funcionari­os oficiales que yerran por acción u omisión suelen “caer parados”; verbigraci­a: la ministra de Defensa durante la Operación Orión,

Marta Lucía Ramírez, es hoy vicepresid­enta. O EPM que, sin haber terminado de resolver los asuntos económicos y humanitari­os que atañen a la contingenc­ia de Hidroituan­go, ahora estudia posibles alianzas para la compra de Electricar­ibe. Y ¿la gente? ¿Dónde queda la gente? ¿La desapareci­da… ¡la que queda viva!? El magistrado Gustavo Sala

zar, quien preside las audiencias, explica que “es posible que en el marco del proceso se lleguen a detectar posibles responsabl­es [guerrillas, paramilita­res, Estado…], pero ese no es el foco”. Hay tres claves para comprender el papel de la JEP en Medellín: 1) estas audiencias son una reiteració­n de la centralida­d de las víctimas; su carga es simbólica, de reconocimi­ento, de dignidad y respeto; 2) otorgan a las víctimas la posibilida­d de controvert­ir, y 3) abren una nueva esperanza para encontrar desapareci­dos. Colombia cuenta con el conocimien­to forense, falta la voluntad política.

La JEP no compite con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desapareci­das, sino que complement­a su labor al escudriñar si el Estado procedió con rigurosida­d y diligencia en casos de desaparici­ón. De estas audiencias quedarán órdenes de obligatori­o cumplimien­to que jueces, fiscales, alcaldes y gobernador­es, entre otros, deberán acatar. (A quienes en el pasado no obedeciero­n o demoraron la entrega de informació­n, se les abrieron incidentes de desacato, como ocurrió con los alcaldes de Nechí, Cáceres y San Onofre).

Estas audiencias de la JEP coinciden –alarmantem­ente– con las recientes revelacion­es del Instituto Nacional de Medicina Legal que señalan que, entre 2008 y 2018, se reportaron 81 364 casos de personas desapareci­das. Un 51,72 % de esos reportes no ha sido esclarecid­o. En Colombia desaparece un promedio de diecisiete personas cada día.

Cuando se trata de desaparici­ón –al margen de su origen– no hay “casos aislados”; las que sí parecen aisladas son las institucio­nes del Estado. Ya es hora de que aparezcan ■

De estas audiencias quedarán órdenes de obligatori­o cumplimien­to que jueces, fiscales, alcaldes y gobernador­es, deberán acatar.

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FOTO EFE EN BARCELONA PROTESTAN POR LA CRIMINALIZ­ACIÓN DE LAS ONG QUE RESCATAN MIGRANTES EN EL MEDITERRÁN­EO
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