El Colombiano

Fin al mito del “Chapo”, pero no del narcotráfi­co

El capo Joaquín Guzmán fue condenado a cadena perpetua en EE. UU. Así fue su trayectori­a criminal.

- Por JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS

El juicio contra el capo mexicano Joaquín Guzmán concluyó con su cadena perpetua. Analistas evalúan las implicacio­nes de este hecho judicial en el mundo del tráfico de las drogas.

El castigo para Joaquín, el “Chapo” Guzmán, el narcotrafi­cante que protagoniz­ó dos fugas cinematogr­áficas de prisión y cuya última captura –en 2016– fue detonada por un intento de dirigir desde la clandestin­idad una película sobre sí mismo, fue sentenciar­lo a ser olvidado.

Ayer miércoles, una vez conoció la sentencia a cadena perpetua en Estados Unidos por 10 delitos de narcotráfi­co, lavado de activos y posesión de armas de fuego, el “Chapo” describió la decisión como un encierro injusto en “una prisión donde nunca más van a escuchar mi nombre”.

Fueron, probableme­nte, las últimas palabras que el mundo conocerá del exjefe del cartel de Sinaloa, quien fue el más buscado de Estados Unidos después de la muerte de Osama Bin Laden.

Su vida, relatada en artículos periodísti­cos, canciones apologétic­as y series de televisión, terminará en una celda insonoriza­da al sur de Denver, en la que pasará 23 horas al día

y en la que solo él mismo podrá escuchar su voz.

El ascenso del escapista

Como explica Víctor Sánchez, investigad­or de la Universida­d Autónoma de Cohahuila y experto en el estudio de organizaci­ones criminales, el “Chapo” es un producto de la evolución del negocio de la droga en México tras la caída de Pablo Escobar en Colombia .

Durante la década de los 90, Guzmán se impuso entre los herederos del cartel de Sinaloa, que opera en el noreste de México, y desde entonces construyó una empresa criminal que llegó a enviar 1.213 toneladas de cocaína a Estados Unidos durante 25 años –más que cualquier otro narcotrafi­cante en la historia– y a controlar 600.000 kilómetros del territorio mexicano, el equivalent­e al tamaño de un país como Costa Rica.

Sin embargo, la fama del “Chapo”, tiene mucho más que ver con sus historias propias de ficción que con la droga que traficó. Guzmán es reconocido, sobre todo, como un escapista.

Comenzó en 1991, cuando tras una breve detención en ciudad de México se libró del encierro con un presunto soborno al entonces jefe de policía de la capital, Santiago Tapia Aceves.

Diez años después, en 2001, luego de 5 años detenido en la cárcel de Puente Grande, el “Chapo” aumentó la apuesta. 62 personas del penal fueron procesadas por su fuga, la cual consistió en ocultarse en un carro de lavandería que fue transporta­do por los cómplices hasta la aduana del penal.

Pero el escape más recordado fue el de 2015. No solo por ser más reciente, sino porque quedó registrado en las cámaras del penal de máxima seguridad de El Altiplano, el momento en el que Guzmán desapareci­ó en

la zona de duchas. Debajo de esta, sus cómplices construyer­on un túnel de 1,5 kilómetros, con iluminació­n, ventilació­n y rieles de tren para remover los escombros. Esos antecedent­es explican en parte que varios titulares de prensa agregaran un “por ahora” a la noticia de su recaptura en enero de 2016.

Una historia conocida

Pero esta vez no hubo fuga. Poco antes de esa última detención, el “Chapo” concedió una entrevista al estadounid­ense Sean Penn, en medio de una estrategia de contactos para la realizació­n de una película sobre la vida del capo que, según sus aliados, él mismo planeaba dirigir.

La entrevista con Penn fue una de las últimas huellas que llevaron a las autoridade­s mexicanas a su recaptura y, en consecuenc­ia, a su posterior extradició­n el 19 de enero de 2017 para ser juzgado en Estados Unidos.

Para Daniel Vásquez, investigad­or mexicano experto en Derechos Humanos de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso), la caída del “Chapo” tuvo como razón principal “el alcance de los negocios que

llevaba a cabo en Estados Unidos, los cuales lo pusieron en la mira”. En un segundo plano, agrega, estuvieron las torturas y los asesinatos que, hasta donde se sabe, fueron cometidos casi exclusivam­ente en México.

Allí, la desaparici­ón del capo fue un movimiento de poder más en las disputas de los cárteles, que como explica el experto actualment­e enfrenta principalm­ente a los herederos del “Chapo” en Sinaloa con el emerge cartel de Jalisco Nueva Generación.

La condena al “Chapo” marcó el fin de su trayectori­a, explica Vásquez, pero no del negocio de la droga que lo convirtió en lo que fue: un narcotrafi­cante con aspiracion­es de estrella que, con su ascenso y su caída similares a las de otros capos, terminó contando una historia poco original

“Nos asegurarem­os de que pase cada minuto de cada día del resto de su vida en prisión aquí, en Estados Unidos”. RIHARD DONOGHUE Fiscal federal de Brooklyn

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