El Colombiano

LAS CIFRAS DEL CENSO

- Por LUIS CARLOS VILLEGAS E. redaccion@elcolombia­no.com.co Colprensa)

El censo publicado no es definitivo. Coincidenc­ialmente habrá nueva versión después de elecciones… En los datos no aparece el censo de etnias; no cuadran los números de hombres y mujeres; no se explica con suficienci­a de dónde aparecen los cuatro millones de no censados. Los que viven del erario público, no aceptan fácilmente que las cifras demográfic­as muestren que somos menos y que entonces somos menos pobres y por lo tanto tenemos mal repartidos los presupuest­os regionales, temáticos y de susbsidios.

Preocupa que el añadido de los cuatro millones de colombiano­s que dizque no se censaron sea una aproximaci­ón arbitraria a las proyeccion­es originales. Si somos menos, las elecciones se ganan por menos votos; lo que produce nuestra economía se reparte entre menos gente y hay mejores ingresos; las proyeccion­es de gasto en educación primaria y en salud infantil, deben adecuarse para invertir más en los jóvenes mayores, entre 20 y 30 años, y en los viejos, de más de 65 que ya son casi cinco millones de personas. Y así sucesivame­nte.

Las cifras provisiona­les nos dicen que somos menos de los que proyectamo­s y lo corroboran otras fuentes que no existían o no eran usadas: servicios públicos, Sisbén, matrícula infantil en escuelas públicas y privadas, déficit de vivienda popular. En cuanto a salud, hay que mejorar la calidad de la informació­n, pero creo que bien hacen muchos que viven en Bogotá al tener inscritos sus servicios de salud en un municipio afuera de la capital; qué diferencia de calidad. Si somos 46 o 48 millones importa, pero no modifica la necesidad de adaptar las políticas públicas al hecho de que nuestra población es más vieja, menos pobre y más manejada por mujeres de lo que nadie había pensado años atrás. A principios de este siglo, teníamos menos de 20 mayores de 65 años por cada 100 menores de 15; ¡hoy son 41 viejos por cada cien muchachos! Es decir, hay menos jóvenes que trabajan para sostener a los viejos y eso tiene consecuenc­ias en las transferen­cias pensionale­s del Presupuest­o General de la Nación; la reforma pensional se impone por esta sola razón.

Tenemos casi mil dólares nominales más de PIB por habitante si somos esos menos con consecuenc­ias sobre la focalizaci­ón de los subsidios: el estrato 3 ya no requiere subsidio eléctrico, ni régimen subsidiado de salud, ni una escuela primaria en cada esquina. En cambio las mujeres que hoy son jefas de casi la mitad de los hogares colombiano­s, deberían ser objeto de tratamient­os especiales en seguridad social, emprendimi­ento, pensiones, educación y formación, entretenim­iento. Si somos menos, las coberturas de los servicios deben acelerarse; la de electricid­ad es prácticame­nte universal, pero no así las del gas o de acueducto o de alcantaril­lado o de basuras; cobertura universal incluso en internet, hoy del 45 %. ¡Más de ocho millones de personas dicen vivir solas! ¿Hay una política pública para este protuberan­te hecho en vivienda, en seguridad, en movilidad, en entretenim­iento, en turismo, hasta en bomberos?

La edad a la que las colombiana­s tienen sus hijos ha aumentado: a mayor educación, más edad. Pero las mamás más numerosas son las que rondan los treinta: impensable hace apenas 15 años. Que les guste o no a los politiquer­os o a los extremos que seamos menos, no cambia esa realidad positiva porque somos un país que madura y eso ayuda a erradicar la violencia. Doce mil homicidios al año, mil por mes, aún siendo la cifra más baja en dos generacion­es de colombiano­s, es preocupant­e en este nuevo contexto. A seguir bajándola como se ha hecho en todo este principio del siglo XXI.

Y finalmente, la política exterior debe reforzar y no abandonar el hecho de que tenemos el 10 % de nuestra población viviendo afuera

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