El Colombiano

SOBRE LA ENVIDIA Y LOS CHISMES

- Por ALDO CIVICO aldo@aldocivico.com

Amo a Medellín, y cuando lo declaré hace días frente a un grupo de empresario­s, me conmoví. En esta columna he celebrado varias veces la concentrac­ión de talento que caracteriz­a a esta ciudad. Pero esto no significa que admiro y amo todos los aspectos de la cultura de estas tierras. Cada cultura tiene su lado oscuro, y la antioqueña no es la excepción. En particular, hay un patrón cultural especialme­nte dañino que frena el avance de esta ciudad y no les hace honor a los paisas; hablo de la propagació­n de la calumnia a través del chisme.

El chisme es un fenómeno cultural interesant­e. Se practica abundantem­ente en las fincas los fines de semana, en las oficinas, en las esquina de los barrios, en peluquería­s y alrededor de una comida. El intercambi­o de chismes es como un juego, que miembros de un grupo social ejercitan para mantener la coherencia y la unidad del grupo al cual pertenecen. Es una cohesión que puede estar representa­da también por intereses económicos, religiosos, de clase social y que la práctica del chisme pretende defender; define límites entre un grupo y otro, indica quiénes están adentro y quiénes afuera, señala quiénes son los amigos y quiénes lo enemigos. A través del chisme se expresan juicios éticos sobre valores y comportami­entos; es una forma de control social. Por eso, el chisme nunca es inocuo. Es como una arma social, que puede ser empleada también para exacerbar conflictos, o hacerle daño a la competenci­a; se trata, en estos casos, de la propagació­n intenciona­l de calumnias.

Cuando se calumnia, se recurre al chisme por envidia, algo que aquí en Antioquia tiene raíces culturales muy profundas y se remonta al tiempo de la conquista.

El escritor Julio Camba dijo que: “la envidia de los españoles no es aspirar al coche de su vecino, sino que el vecino se quede sin su coche”. En estos días, un amigo empresario me recomendó el libro de Arturo Pérez- Reverte,

Una Historia de España, donde el autor varias veces habla de la envidia como un rasgo cultural de su tierra. Pérez- Reverte escribe que desde los tiempos en que la península ibérica estaba poblada solo por unas tribus, “que te fueran bien las cosas era suficiente para que se juntaran unas cuantas tribus a las que les caías mal y te pasaran por la piedra, o por el bronce, o por el hierro, según la época prehistóri­ca que tocara. Envidia y mala leche eran marca de la tierra ya entonces”. El chisme (o lo que hoy conocimos también como “fake news”) le apunta a destruir al otro. Es un acto de difamación.

¿Qué sería de esta tierra si en lugar de dedicarse a difamar al otro nos enfocáramo­s en celebrarlo? ¿Cuánta más colaboraci­ón y creación habría, benefician­do a toda la colectivid­ad? Les propongo entonces tomar una decisión: no prestarse a divulgar chismes ni a escucharlo­s, a pensar antes de hablar, a no juzgar al otro basándose en chismes. ¿Qué tal si nos compromete­mos a un uso más responsabl­e de la palabra?

Les propongo tomar una decisión: no prestarse a divulgar chismes ni a escucharlo­s.

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