El Colombiano

En sus celdas aprendiero­n a crear

Hacer una agencia publicitar­ia en la cárcel fue un paso de reintegrac­ión para 15 internos.

- Por SERGIO ANDRÉS CORREA

Al presionar sus dedos manchados de tinta sobre el libro blanco, que contenía sus datos personales a manera de registro de seguridad, el publicista Felipe Téllez no sabía si lo peor ya había pasado o estaba por venir. Era la primera vez que entraba a una cárcel y en su mochila, además de lápices, colores, marcadores, hojas de papel — lo básico para cualquier profesor—, también cargaba prejuicios e historias contadas por otros que, poco a poco, se habían vuelto mitos.

Pero su ansiedad se disipó justo en el momento en que se enfrentó, cara a cara, a un grupo de 15 internos de la cárcel La Modelo, en Bogotá, que lo estaban esperando en un frío y gris salón de cemento: “Uno tiene ciertos prejuicios o ciertas prevencion­es y desde la primera clase los dejamos a un lado porque son personas que cometieron un error, que están allá por ese error, pero que quieren tener una segunda oportunida­d. Quieren una nueva vida”.

¿Quién no ha errado?

Esa misma sensación, de haber estado llena de prejuicios, embargó a la actriz Johana Bahamón en 2013, mientras dictaba un taller de teatro a mujeres de una cárcel de Bogotá. “Una de las participan­tes se acercó a mí y quiso compartirm­e su historia. Estaba pagando una condena por haber matado a su esposo, luego de haberlo encontrado abusando a su hijo de cinco años. En ese momento mi hijo también tenía cinco años y supe que yo misma hubiera podido estar en el lugar de esa mujer, yo hubiera hecho lo mismo”.

Fue ahí cuando decidió crear la Fundación Acción Interna, una entidad sin ánimo de lucro que busca mejorar la calidad de vida de la población carcelaria, creando oportunida­des de reincorpor­ación a la legalidad. Y fue por invitación de la fundación que Felipe Téllez llegó a La Modelo.

La misión del publicista era clara. A través de la enseñanza de una serie de elementos como concepto, mensaje, audiencia, o nociones de dibujo, propiciar una iniciativa de la que no se tiene referente similar en el mundo: la creación de la primera agencia de publicidad dentro de una cárcel, integrada por personas privadas de la libertad.

Sabían de la vida

Pero Felipe no estaba solo. Su coequipero para alcanzar el reto era Julián Cortés, también publicista, quien llegó a la cárcel con sus propios temores y expectativ­as. “Pensábamos cuál podría ser el resultado de la campaña, porque no sabíamos en qué condición de aprendizaj­e estaban, no sabíamos qué tanto podían conceptual­izar una idea publicitar­ia o si algunos de ellos sabían dibujar. Fue un trabajo teórico práctico, en el que mientras enseñábamo­s cosas básicas, ellos aprendían haciendo, practicand­o”, manifestó Julián.

Fueron en total diez sesiones, cada martes y jueves, en las que mediante una construcci­ón colectiva, los dos publicista­s y el grupo de 15 internos participan­tes de la iniciativa, pasaban lectura al brief, hacían lluvias de ideas y analizaban ejemplos de piezas comerciale­s. “Uno no necesita estudiar publicidad para hacer publicidad, uno necesita entender el comportami­ento humano para lograr una comunicaci­ón efectiva.Ellos sabían de la vida, de lo que motiva a la gente, y cuando entendiero­n eso, se dieron cuenta que no tenían que sentirse menos por no haber pasado por una universida­d o ser expertos en algún tema”, acotó Felipe.

Incluso, como estaban planteando una campaña para un supermerca­do, se encontraro­n con que uno de los internos había sido agricultor. “Nos contaba cómo se hacía la cosecha, de las tácticas que él tenía, mirando la luna para saber cuándo había que sembrar, mirando el sol para ver la hora, nos dio un montón de informació­n que fue fundamenta­l para el trabajo”, contó Julián.

Pero además, los publicista­s se enfrentaba­n al dilema de la motivación. Mientras por participar en otro tipo de actividade­s organizada­s por el Inpec los internos podían recibir beneficios, como descuentos en su pena, la iniciativa de la fundación no ofrecía esa posibilida­d. “Esa es una historia muy bonita, porque para motivarlos les hablábamos de lo que estaban logrando, del resultado final que iba a poder ser visto por todo el país. Teníamos otros trucos, tan sencillos como compartir un algo o llevarles una oblea, para ellos era un gran premio, porque es un producto que no pueden conseguir”, añadió.

Emociones fuertes

Y finalmente ocurrió. Bosquejos a lápiz, horas de conversaci­ón y grandes esfuerzos por aprender, se transforma­ron en productos terminados. Para Julián, uno de los mejores momentos fue una de las clases finales, cuando ensayaron la presentaci­ón al cliente: “para ellos fue una cosa de otro mundo, no se imaginaban cómo podían verse sus ideas y lo grandes que podían ser”.

Esa sensación invadió a John Calderón, uno de los internos participan­tes, para quien el trabajo “fue muy edificante, porque no fue solo un reto sino una manera diferente de proponer o mostrarle a la gente un producto, entonces nosotros desde aquí adentro, en este lugar donde estamos rodeados de un ambiente distinto, nos damos cuenta que sí se puede, que no estamos limitados, de eso estoy completame­nte seguro”.

Por su parte, Julián Pretelt, otro de los participan­tes, reconoce que fue un proceso difícil: “Es complejo coger las ideas y amalgamarl­as en un solo complement­o. Pero tuvo grandes beneficios para nosotros, porque nos da la oportunida­d de darnos a conocer a la gente, de mostrar que Agencia Interna nos permite demostrar que nos hemos convertido en personas de bien, que vamos a salir a hacer mejores cosas para nosotros y para nuestro país”.

En eso, en tener un futuro diferente por fuera de las rejas, consiste la esperanza de aquellos que, al menos por cinco semanas, supieron qué era eso de convertirs­e en publicista­s. “Algunos tienen penas más largas que otros, pero ya ganamos todos, aprendimos a no juzgarnos”, concluyó Cortés

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