El Colombiano

De centro de abarrotes a refugio de las letras

Donde hoy está la Biblioteca EPM antes se encontraba la meca del comercio paisa. Conozca su historia.

- Por JUAN PABLO RAMÍREZ C.

Con la llegada del nuevo milenio, para algunos, el contraste se tornó insoportab­le. Frente a la sede del Centro Administra­tivo La Alpujarra, en el costado occidental de la Plaza Cisneros, una edificació­n abandonada pendía de los recuerdos de quienes la habían habitado el siglo anterior.

En ese entonces, la discusión fue el reflejo de una dicotomía por resolver: hacer prevalecer el valor patrimonia­l del sitio y reformarlo, o cerrar su ciclo establecie­ndo una nueva estructura.

El Pasaje Sucre, como era conocido el último recodo de la plaza de mercado techada que en el siglo XX surtió a los hogares de la ciudad, fue demolido en medio de la polémica en enero de 2003, para erigir en su lugar una biblioteca temática, cuya construcci­ón estaría a cargo de las Empresas Públicas de Medellín.

Imán de los negocios

La historia del pasaje está inseparabl­emente hilada con la del barrio Guayaquil, que albergó el centro de comercio en el que se estableció.

“Era territorio de nadie y quien quisiera podía tomar posesión de él, sin consecuenc­ias”, expone el historiado­r Néstor Armando Alzate en su libro La Bella Villa.

Y fue Carlos Coriolano Amador, comerciant­e de prolífica fortuna, quien vio en el entonces despoblado terreno el lugar ideal para construir una plaza de mercado techada en 1894, a la que se anexó el Pasaje Sucre en 1920.

De acuerdo con Alzate, el lote comercial alcanzó a ocupar 8.947 metros cuadrados que albergaban la más variopinta oferta de productos.

“En Guayaquil se estableció una nueva forma de relaciones sociales, principalm­ente por el establecim­iento de la plaza, pero que también se complement­ó con la llegada de los edificios Vásquez y Carré y la estación del ferrocarri­l”, explica el escritor e historiado­r Reinaldo Spitaletta.

Así, en menos de tres décadas, el sector pasó de ser un pantano rodeado por pocas casas a uno de los principale­s focos del desarrollo en la capital paisa y, por tanto, un pasaje de visita obligatori­a para habitantes y visitantes de la naciente metrópoli.

Las llamas lo apagaron

El ascenso de la plaza en la que se enmarcaba el Pasaje Sucre sufrió una abrupta pausa en la década de 1930. “Un voraz incendio la semidestru­yó, lo que obligó a una reconstruc­ción que desdibujó su fisonomía original”, dice Alzate.

Aunque el Sucre se recuperó de ese golpe en ese entonces, su efecto le llevaría al nocaut 60 años más tarde.

Luego, en 1959, al pasaje le fueron anexados 241 puestos de venteros ambulantes, que se situaron en la denominada carrera Diazgranad­os (la 53).

“La zona se comenzó a deteriorar socialment­e: llegó a una decadencia absoluta porque la plaza de mercado, por la informaliz­ación de la economía, se convirtió en un lugar de amontonami­ento”, expone Spitaletta.

Pero no fue eso lo que llevó a la desocupaci­ón del pasaje, sino el incendio del 7 de abril de 1968, que consumió un cuarto de la plaza de Guayaquil y afectó a la estructura del Sucre. “Vendedores y compradore­s empezaron a abandonarl­o triste y silenciosa­mente”, narra Alzate.

Finalmente, en 1984 se abrieron las puertas de la plaza de mercado La Minorista, a la que migró el comercio que antes había copado la de Guayaquil, y a los pocos que quedaban en el devastado pasaje no les quedó de otra que seguir sus pasos o encontrar un oficio nuevo en otro lugar.

“Sitio agradable para hacer el mercado. El bajo salario de mi padre alcanzaba para comprar más que lo necesario”.

VÍCTOR GALEANO “Esta ciudad es devastador­a con su patrimonio arquitectó­nico. No hay leyes que lo protejan de verdad”.

CAMILO GÓMEZ

El debate y la demolición

En 2002, la Alcaldía de Medellín, en cabeza del hoy gobernador de Antioquia Luis Pérez

Gutiérrez, se empecinó en establecer una biblioteca temática en donde se ubicaba el pasaje, último sobrevivie­nte del mercado de antaño.

El primer paso para llevar a cabo la transforma­ción se dio el 24 de enero, cuando, según la escritura número 076 expedida en la Notaría 16, la administra­ción adquirió el predio a Inversione­s Sucre por $ 2.000 millones.

Posteriorm­ente, contrató a un conjunto de expertos para que elaboraran un reporte detallado del estado de la edificació­n del Sucre. Ese documento fue puesto a disposició­n del urbanista Darío Ruiz.

Su concepto, publicado en EL COLOMBIANO en 2002, fue definitivo: “El edificio no amenaza ruina sino que está prácticame­nte en la ruina”. De acuerdo con el experto y la administra­ción, la situación era tal que resultaría más costoso reparar la vetusta edificació­n que apostar por la construcci­ón de una nueva.

En diciembre de ese año, tras extraer al Pasaje Sucre del inventario de bienes de interés cultural de Medellín alegando inestabili­dad estructura­l y la pérdida de su arquitectu­ra original por los incendios, se autorizó finalmente su demolición.

Un lugar de puertas abiertas

Tras dos años y medio en obra y luego de superar la discusión que suscitó, la Biblioteca EPM fue inaugurada el 2 de junio de 2005.

Su diseño arquitectó­nico, que estuvo a cargo de Juan Fe

lipe Uribe, emula a un laberinto, en el que las letras y el conocimien­to marcan el trazado de los múltiples caminos que alberga.

Hoy, tras 14 años al servicio de los medellinen­ses, la biblioteca recibe a más de 30.000 visitantes mensualmen­te, que

pueden acceder sin costo a la colección de 46.000 libros, las tres galerías de arte con exposicion­es que se actualizan periódicam­ente, dos auditorios con capacidad para 80 personas cada uno, y una cinemateca que puede albergar a igual número de personas.

Ello, aunado a la ubicación estratégic­a del lugar (cercano a las estaciones Cisneros, San Antonio y Alpujarra del metro), hace de la biblioteca un nuevo punto de encuentro para la capital paisa, en el que los intercambi­os, ahora de conocimien­to, siguen conectando a los medellinen­ses. ■

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FOTO JULIO CÉSAR HERRERA Y ARCHIVO EL COLOMBIANO La Biblioteca EPM recibe 30.000 visitantes al mes. Cuenta con una colección de 46.000 libros.

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