Ladrones sin guantes de seda
gibles que arrojan millones a las multitudes, ladrones que no encuentran dificultad para copiar exactamente los vehículos, uniformes y armas del ejército, una bóveda que se inunda a la menor perturbación, una cámara subacuática instalada a cientos de metros bajo tierra, oro fundido convertido en diminutas pepitas. A este tejido se le suman los conflictos íntimos de cada asaltante y una serie de flashbacks que no solo explican el origen del plan sino que devuelven a la vida a uno de los personajes más interesantes de esta producción española, Berlín, quién es el artífice secreto del asalto. La casa de papel es un hito de la ficción televisiva reciente. Es un espectáculo de juegos artificiales que les quema a los ladrones las manos por no llevar los guantes de seda que exige un robo como el que intentan perpetrar. El cierre de esta temporada deja muchas preguntas por resolver, pone a los protagonistas en jaque, deja abiertos posibles caminos para que la narración de la cuarta temporada pueda girar de muchos modos retorcidos y nos obliga a tomar bando en la guerra declarada entre El Profesor y la insidiosa Alicia Sierra, la mujer sin escrúpulos que encarna el lado más turbio de la ley, una digna contrincante en una partida que a la larga no tendrá ganadores, quizás solo unos pocos y martirizados sobrevivientes, y con esto los ladrones tendrán que darse por bien servidos.