El Colombiano

EDITORIAL

En un entorno con muchas restriccio­nes económicas y fiscales, se presentan las cuentas que debe ejecutar y hacer realidad el Plan de Desarrollo del presidente Duque.

- MORPHART

“En un entorno con muchas restriccio­nes económicas y fiscales, se presentan las cuentas que debe ejecutar y hacer realidad el Plan de Desarrollo del presidente Duque”.

Había expectativ­as en la opinión pública acerca de la propuesta de Presupuest­o General de la Nación para 2020, presentada el pasado lunes por el Gobierno al Congreso de la República. Al fin y al cabo, con esas cuentas es que se comienza a hacer realidad el Plan de Desarrollo del gobierno del presidente Duque y, por ese camino, la impronta que quiere dejar en la sociedad.

Hay muchas restriccio­nes económicas y eso no facilita las cosas ante un país con tantas necesidade­s. Teniendo en cuenta la situación fiscal, el presupuest­o es austero y en eso el Gobierno es consistent­e con los planteamie­ntos del Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP). Los gastos que haría en 2020 ascienden a $271,7 billones de pesos, con un incremento de 9 % en relación con el año anterior.

En esta presentaci­ón del presupuest­o se ha insistido en mostrar cómo el gasto público en Colombia se caracteriz­a por ser altamente inflexible. De una parte, existen una serie de obligacion­es que el Gobierno debe cumplir y que hacen que sea difícil recortar gastos en ciertos rubros. Dentro de las más importante­s sobresalen

las pensiones, el servicio de la deuda y las transferen­cias que por mandato constituci­onal debe hacer la Nación a las entidades territoria­les a través del Sistema General de Participac­iones (SGP).

Esto último se hace con recursos de destinació­n específica en educación, salud y agua potable y saneamient­o básico, calculados a partir del crecimient­o promedio de los ingresos en los últimos cuatro años. Además, existen las llamadas vigencias futuras, compromiso­s de gasto ya definidos para proyectos de largo plazo, como por ejemplo los de infraestru­ctura y en especial las 4G, que ya están comprometi­dos para garantizar la viabilidad de los proyectos y no se pueden modificar.

El temor era que ante la necesidad de recortar el gasto y, dada la presencia de las inflexibil­idades, fuera necesario afectar el gasto social, algo que finalmente se pudo evitar en esta primera versión de presupuest­o puesta a considerac­ión del Congreso. De ahí el énfasis, al explicar estos números, en el peso del incremento de 8,7 % que se la da al gasto social, con una contribuci­ón muy importante del rubro de educación que creció 6,7 %, lo cual lleva a que históricam­ente sea el gasto más alto que ha tenido ese sector, y del incremento en salud (8 %).

También se ha tratado de mantener la inversión en términos nominales, que con un crecimient­o de apenas 0,9 %, significa en realidad una caída real de este rubro. Esto en la práctica quiere decir que por sus limitacion­es de recursos el Gobierno tendrá un papel limitado en estimular la economía. Se ha optado por pensar que, como ha dicho con anteriorid­ad, la mejor política fiscal es el crecimient­o de la economía obtenido, en buena medida, con la disminució­n de la carga fiscal de las empresas.

Con la presentaci­ón del presupuest­o 2020 se tiene una pieza fundamenta­l del panorama de la política fiscal que quiere hacer el Gobierno. La señal de austeridad, en un contexto de dificultad­es fiscales, quiere ser tranquiliz­adora. Sobre todo, cuando hay tanta suspicacia con relación a los planes de venta de activos que se tendrían y la forma como se harían trucos contables para alcanzar las metas fiscales de 2019, algo que enfáticame­nte ha sido rechazado por el ministro Carrasquil­la

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ILUSTRACIÓ­N

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