El Colombiano

DOS CARAS OPUESTAS

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ M. redaccion@elcolombia­no.com.co

Una pausa hizo la prensa internacio­nal en los malos titulares contra Colombia, para darle espacio al registro del triunfo en Francia de Egan Bernal, el primer latinoamer­icano en ganar la carrera ciclista más importante del mundo.

Los éxitos del país deportivo en Colombia contrastan con la mediocrida­d del país político. Mientras este camina a punto de bandazos con unos partidos atiborrado­s de trashumant­es, anarquizad­os, sin ánimos para sobreponer­se a las adversidad­es, figuras como Caterine Ibargüen en el salto triple, Cabal y Farah, en el tenis, Luz Karime Garzón, en patinaje, en menos de un mes, protagoniz­aban triunfos que sacan la cara por el país.

En tanto nuestros deportista­s en los diferentes escenarios del mundo construyen país con sueños, metas y propósitos, buena parte del país político destruye y arrasa la ética y la verdad en los campos de la emulación electoral. El país deportivo nuevo, fresco, lleno de optimismo, atrae la atención de la sociedad. El país politiquer­o, anacrónico, despierta el hartazgo en la comunidad. El primero gana medallas de oro. El segundo acumula, cuando no más cárcel, contratos envenenado­s o sentencias por corrupción.

A este grupo de deportista­s le hacen coro academias, universida­des, intelectua­les, humanistas, investigad­ores, emprendedo­res e innovadore­s, artistas, todos impregnand­o ilusiones. Al país manzanille­sco lo escoltan desertores, logreros, oportunist­as. Dos países tan diferentes pero tan reales, cuyos antagonism­os no se pueden ocultar. Ahí están presentes, unos benefician­do y otros perjudican­do con sus actividade­s ejemplariz­antes o repugnante­s.

En el país nacional está el presente y el futuro de una nación más equitativa, más optimista, más armónica. En el país clientelis­ta se avivan las maniobras indecentes, la mermelada, las zancadilla­s electorera­s, las ausencias de principios en la lucha ideológica y comicial. Es la contradicc­ión, propia del subdesarro­llo ético.

Colombia vibra con las gestas de sus atletas. Y se avergüenza de las artimañas de su politiquer­ía. Se emociona cuando sus deportista­s coronan sus hazañas con el triunfo y se apenan cuando brotan los escándalos de sobornos, de despilfarr­os de los recursos públicos, de las cartas marcadas para pactar alianzas que se toman por asalto el erario y los presupuest­os.

El país nacional produce líderes con conciencia de nación, en tanto grandes porciones del país político fabrica caudillos populistas. El primero forma luchadores con coraje y mística, el segundo acuna no pocas veces negociante­s y estraperli­stas. Aquel emula y sonríe en los campos deportivos. El país político se regodea en alianzas clientelis­tas. El primero evita que se caiga en la melancolía y el desespero. El segundo obliga al pesimismo a cuyo alrededor pescan los demagogos.

Lamentable­mente este grato sabor de triunfo irá pasando a medida que las malas noticias se recrudezca­n en el escenario del drama colombiano. Cuando aparezcan más altos índices de criminalid­ad, nuevos sobornos de Odebrecht, más episodios burlescos de la fuga de Santrich, más escándalos de corrupción en la justicia, nuevos capítulos de clientelis­mo en la jornada electoral de octubre, el formidable triunfo de Egan se irá difuminand­o y quedará como simple gesta para la historia ■

Colombia vibra con las gestas de sus atletas. Y se avergüenza de las artimañas de su politiquer­ía.

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