EDITORIAL
Medellín goza la Feria de las Flores: turismo, música y eventos diversos. Gente de todos lados en una única dirección: disfrutar de la cultura antioqueña. Demos ejemplo de tolerancia y respeto.
“Medellín goza la Feria de las Flores: turismo, música y eventos diversos. Gente de todos lados en una única dirección: disfrutar de la cultura antioqueña. Demos ejemplo de tolerancia y respeto”.
Aunque la raíz de la inspiración de esta fiesta popular mayor son los silleteros de Santa Elena, la Feria de las Flores hoy se abre a una amplia oferta de diversión y turismo, que para Medellín debe significar la oportunidad de mostrar sus transformaciones en todos los niveles: la de su infraestructura pública, la de sus desarrollos económicos y comerciales y, muy en especial, la de los cambios de su cultura ciudadana.
Hay que empezar por este último aspecto que, aunque inacabado y en proceso de construcción, es esencial: una apuesta comunitaria por disminuir, año a año, la violencia urbana causada por factores múltiples y complejos de incidencia del crimen organizado, de prácticas de ilegalidad, de intolerancia cotidiana y de indicadores desfavorables de inversión social.
Los cambios son numerosos y constatables: la ciudad, incluso con la llegada de nuevos pobladores atraídos por sus índices de calidad de vida y sus oportunidades, ha logrado reducir y estabilizar tasas de homicidios y criminalidad, y convertirse en referente nacional de cambio y búsqueda permanente de seguridad y convivencia ciudadana.
Por eso es importante que durante los días de Feria no se desfigure el rostro renovado de una Medellín que quiere vivir tiempos de amabilidad, integración con el país y el mundo y que está dispuesta al intercambio cultural, a ser más cosmopolita y universal, sin perder la esencia de sus tradiciones, orgullosa de su herencia y de las páginas de una historia entre montañas.
Si bien durante la Feria son protagonistas especiales los turistas, hay que llamar la atención para que la ciudadanía de Medellín y Antioquia se apropie y disfrute de jornadas centrales como los desfiles de Silleteros y el de Autos Clásicos y Antiguos, que organiza EL COLOMBIANO.
Hay un especial énfasis de las autoridades locales en conseguir que la gente en los barrios acuda a los tablados populares y a los conciertos gratuitos, para deshacer el mito de que la Feria se ha privatizado y convertido en escenario para la diversión de algún sector en particular. Se trata de una fiesta masiva y pública cuyo espíritu de integración y encuentro prevalece.
A los ciudadanos los invitamos a festejar con mesura, a ser anfitriones inigualables, con la reconocida actitud paisa de calidez y aprecio hacia los visitantes. Cada uno es un representante de Medellín y Antioquia, un pequeño canciller capaz de mostrar y compartir lo mejor de nuestros valores, tradiciones y cambios.
Hoy la ciudad está en el foco de los lentes y las miradas no solo de Colombia sino también internacionales: no se trata de una valoración ampulosa (inflada) de la capital antioqueña sino de reconocer el lugar que se ha ido ganando entre las principales ciudades latinoamericanas, por su capacidad de reinventarse, de superar violencias y dolores pasados y de cultivar un proyecto fundado en la transformación social y la innovación cultural y económica. Un patrimonio que no se puede descuidar ni minimizar.
Medellín está de feria, lista para ofrecer sus mejores flores a propios y extraños. La alegría y la celebración son legítimas y merecidas para una sociedad que se cansó de cargar estigmas, de capotear violencias, y que ahora recoge el resultado y los frutos de un trabajo colectivo, público y privado, en busca de mejores tiempos y oportunidades. Y la Feria es la vitrina para mostrar esa capacidad de superación ■