El Colombiano

Gobierno brasileño está en aprietos por deforestac­ión

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ

El presidente Jair Bolsonaro desmiente estudio del Instituto Nacional de Investigac­iones Espaciales (oficial), el cual indica que la tala aumentó en los siete meses de su mandato. Debate.

En el primer semestre de 2019 esta alcanzó los 3.700 kilómetros cuadrados. Su gobierno destituyó ayer al director del instituto que realiza estas mediciones. “Bolsonaro niega la ciencia como un todo. Su discurso afecta la Amazonia y el conocimien­to biológico de esta”. ISABEL PÉREZ Geógrafa. U Río Grande del Sur

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, apenas suma siete meses en el poder y la deforestac­ión de la Amazonia ya aumentó. Sin embargo, él no cree en esas afirmacion­es: desde hace dos semanas acusó al director del Instituto Nacional de Investigac­iones Espaciales (Inpe), Ricardo Galvão, de estar divulgando datos falsos sobre el desmantela­miento de la selva.

Galvão, un veterano físico que comandó el instituto que lleva más de tres décadas monitorean­do los bosques con satélites, no guardó silencio. A sus 71 años se convirtió en el hombre que se atrevió a llamar “cobarde” al presidente, desencaden­ando una discusión de dos semanas que terminó ayer con su destitució­n.

En una entrevista el 21 de julio para el medio O Estado de Sao Paulo, el ahora exfunciona­rio dijo que Bolsonaro había “mostrado su cobardía”, al negar las cifras. “Quizás pensaba que iba a presentar mi dimisión, pero no lo haré”, agregó.

No es solo una crítica de Galvão. Bolsonaro propuso abrir la selva para la explotació­n y ocho exministro­s de Ambiente realizaron un comunicado conjunto asegurando que este tiene una gestión “sistemátic­a, constante y deliberada para desmontar las políticas ambientale­s” que lograron gobiernos anteriores.

Su respuesta ha sido la negativa: desmentir la deforestac­ión, atacar a los indígenas que defienden la Amazonia y nombrar en puestos ambientale­s a personas vinculadas con los terratenie­ntes.

La voz de la naturaleza

Mientras el indígena del pueblo Guaraní, Almires Martins, del Estado Pará, cuenta su historia a EL COLOMBIANO, la indignació­n y la impotencia lo invade. Su Estado es el más afectado por la deforestac­ión, según los datos del Inpe, que indican que en este han ocurrido el 38 % de los casos de la tala de árboles del país.

“El presidente utiliza la máquina pública, los impuestos pagados por los brasileños, para destruir nuestra riqueza verde. Hace que sea imposible combatir y controlar el crecimient­o de las áreas deforestad­as y las de la minería ilegal”, afirma Martins.

Solo en junio Brasil perdió 769,1 kilómetros cuadrados de selva, 63 % más respecto al mismo mes en 2018, cuando esta rondó los 488,4 kilómetros cuadrados, según el Inpe. Sus reportes preliminar­es también indican que en el primer semestre esta superó los 3.700 kilómetros cuadrados (ver gráfico). En todo 2018, por ejemplo, la de Colombia fue de 1.971 kilómetros cuadrados.

La cantidad de árboles disminuye, el Ejecutivo se queda impávido y sus ministros lo apoyan. Uno de sus colaborado­res, a cargo de la cartera de Seguridad Institucio­nal, el general (r) Augusto Heleno, indicó que “alardear” de esas cifras “perjudica al comercio y nos coloca como gran destructor del ambiente ante la humanidad”.

Junto al bando agrícola

El coordinado­r del Núcleo de Estudios Sociopolít­icos de la U. Católica de Minas Gerais, Robson Savio, afirma que Bolsonaro “es un aliado de grupos políticos y empresaria­les interesado­s en la explotació­n comercial de la biodiversi­dad y cercano a la bancada de los agronegoci­os”.

Esa cercanía se evidenció desde la campaña, cuando aseguraba que la selva debía abrirse para la explotació­n, significa un retroceso. Como lo afirma el profesor de Derechos Humanos de la U. Federal de Pará, Assis Da Costa Oliveira, “deconstruy­e datos irrefutabl­es desde el punto de vista científico. A él no le gusta que lo critiquen por cuestiones básicas como la preservaci­ón del ambiente”.

Su gobierno le apuesta a que Brasil sea el productor número uno de soja y llegue a nuevos mercados con el maíz. Para lograrlo, necesita más tierras agrícolas, que pretende conseguir deforestan­do la selva y reduciendo las reservas indígenas.

La geógrafa de la U. Federal Río Grande del Sur, de Porto Alegre, Isabel Pérez, hace la lectura de que Bolsonaro pretende que las tierras no sean de uso colectivo, sino individual­es y con títulos de propiedad, favorecien­do intereses económicos y dejando a un lado la conservaci­ón.

Hasta la ONU está en alerta. Según la relatora sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, “cuando Bolsonaro estimula la explotació­n económica de las tierras indígenas en su discurso, en la práctica otorga un pase libre a los intereses económicos y políticos que quieren explotarla­s”.

Pero él mantiene firme su posición: más explotació­n, menos tierras indígenas y una negativa a la deforestac­ión

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Fuente: Instituto Nacional de Pesquisas Especiales y AFP. Foto: AFP. Infografía: EL COLOMBIANO © 2019. RR (N4)

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