CONTEMPORANEIDAD Y PÉRDIDA DE REFLEXIÓN
Corría 1637 cuando Descartes decretó el Cogito ergo sum, Pienso, luego existo. Una frase que para él lograba fugarse ante críticas que hiciera cualquier escéptico del tema existencial. Y es que ¿cómo podríamos entender la existencia sin antes pensarnos? Es una cuestión ilógica.
A pesar de ser una frase inmortalizada por siglos, hoy en día observamos cómo esa idea se derrumba, puesto que en la contemporaneidad hemos delegado la razón del existir a las nuevas tecnologías; a las cuales hemos cedido nuestra libertad al permitirles la elección de las riendas de nuestras vidas.
Es apenas difícil tomar decisiones en un mundo sometido a excesivos estímulos, que aparecen como una baraja de cartas, donde cada una es una posibilidad distinta, ante esto el ser humano avasallado por las inmensas posibilidades queda perplejo, se dispersa, su decisión se desvanece y el sujeto acaba perdido ante la hostilidad de las condiciones contemporáneas lo cual no le permite reflexionar acerca de sus decisiones.
Es indispensable comprender las dinámicas sociales que se viven hoy en día y que entorpecen el proceso de reflexionar o pensarse. Existimos en un mundo inundado por las tecnologías, teléfonos inteligentes rebosados de aplicaciones, la televisión, la cual nos seduce mediante la propaganda y el morbo, creando un mundo ficticio, alejándonos de la realidad tangible y la experiencia inmediata, están las redes sociales, las cuales deciden un statu quo de lo que es admisible, correcto y aprobado por supuesto por otros. Estos elementos operan como instrumentos distractores que impiden que el sujeto establezca una reflexión de sí mismo acerca de las decisiones que toma.
Es realmente inquietante la posición que asumimos frente a esta realidad, en la cual la responsabilidad de tomar decisiones se pierde, y es una cuestión que está íntimamente relacionada con lo intimidante del círculo del miedo, donde gobiernan los miedos a responsabilizarnos; a la voluntad de poder ser auténticos; miedo a la soledad, quedarnos solos al no responder ante las expectativas del otro, y finalmente ante la incertidumbre de tomar un camino diferente al de los demás.
En definitiva, el sujeto debería asumir el ejercicio de pensarse y darse cuenta de que su vida está siendo moldeada por el mundo externo que nos hace existir de un modo particular y quizá más adelante apenas nos permita la decisión de pensarnos… ■
Existe de todo para husmear a los otros y a lo intangible, pero no para pensarnos.
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