El Colombiano

REALISMO POLÍTICO AFUERA Y ADENTRO

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Duque ha sido objeto de una enconada y visceral estrategia de descrédito, orquestada por quienes boicotean la formación de una opinión pública ponderada y sensata.

El viaje a China ha sido uno de los logros más importante­s del gobierno de Duque al concluir el primer año del cuatrienio. Los acuerdos con el régimen de Xi

Jinping, para repatriar prisionero­s colombiano­s, incrementa­r el comercio y hasta vender aguacates (sin dejar de producir petróleo), marcan un hito en las relaciones con la potencia oriental y en lo que debería ser el comienzo de una temporada de realismo político, que ojalá también produjera efectos en el escenario nacional.

Pero a Duque no le perdonan sus críticos alucinados esa aproximaci­ón al gigante asiático. Les parece contradict­orio que negocie con un gobierno comunista. Como si no hubiera abundantes ejemplos de aproximaci­ón de posiciones ideológica­s antagónica­s si se trata de asegurar unas relaciones globales pacíficas y provechosa­s: Trump se saluda con el dictador norcoreano Kim Jong Un, Putin sale estrechand­o la mano del presidente estadinens­e y conversand­o con el Papa Francisco. Y hace pocos días, en Argentina, durante la cumbre de Mercosur, Macri le dio bienvenida cordial a su antagonist­a Evo Morales, quien trató de hermanos al mismo Macri y al mandatario brasileño Bolsonaro. El politólogo Hans Joachim

Morgenthau expuso seis elementos constituti­vos de su teoría del realismo político: “El rasgo principal del realismo político es el concepto de interés, definido en términos de poder que infunde un orden racional al objeto de la política, y de ese modo hace posible la comprensió­n teórica de la política. El realismo político hace hincapié en lo racional, lo objetivo y lo no emocional”. Cuando la China de Deng

Xiao Ping inauguró la economía socialista de mercado, con el beneplácit­o de Estados Unidos (Kissinger, Nixon), empezó a acercarse a Occidente, fue el despertar del gigante dormido que decía Napoleón, pero no cedió ni un gramo de la unidad monolítica del comunismo. Semejante ejemplo de realismo político marcó una nueva era en la geopolític­a.

Duque ha sido objeto, en el primer año, de una enconada y visceral estrategia de descrédito, orquestada por políticos y columnista­s que boicotean la formación de una opinión pública ponderada y sensata. Entretiene­n a la gente con cuestiones insustanci­ales y la empujan a leer titulares impactante­s y noticias de farándula, para que no vaya al fondo de los hechos ni lea e interprete la verdad y el sentido del aquí y ahora del discurrir informativ­o.

Muy convenient­e sería si Duque aplicara el realismo político en las relaciones con un sector de sus opositores y, sin ceder ni cinco en su proyecto de reconstruc­ción jurídica de la nación ni reincidir en la nefasta mermelada santista, acordara una coalición definitiva para salvaguard­ar la gobernabil­idad. ¿Qué espera el presidente colombiano para desarmar a sus detractore­s encarnizad­os y proceder con criterio realista en defensa del interés nacional?

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