El Colombiano

ABUSO DE PODER Y POLICÍA (2)

- Por MICHAEL REED H. @mreedhurta­do

Los elementos que permiten calificar un evento o una situación como manifestac­ión de abuso de poder en la policía incluyen la utilizació­n del estatus o de la autoridad que confiere el ser policía o pertenecer a ella; o la utilizació­n de recursos propios para trasgredir la ley.

El abuso de poder es un problema prevalente en las organizaci­ones de policía del mundo, incluyendo a la Policía Nacional de Colombia (aunque no se reconozca). El trabajo franco que se ha hecho en algunas policías en Estados Unidos y en el Reino Unido facilita una aproximaci­ón al problema.

Los elementos que permiten calificar un evento o una situación como manifestac­ión de abuso de poder en la policía incluyen la utilizació­n del estatus o de la autoridad que confiere el ser policía o pertenecer a la policía; o la utilizació­n del conocimien­to o de recursos propios de la policía para trasgredir la ley o violentar a las personas. La conducta que cabe bajo estos parámetros es variada.

Para entender su amplitud, recurro a un trabajo clásico desarrolla­do por Barker

y Roebuck ( An Empirical Typology of Police Corruption 1973), en el que brindaron una aproximaci­ón empírica al fenómeno. La categoriza­ción pone a prueba nuestra noción de ciudadanía, en la medida en que muchas de las conductas resaltadas como abuso de poder parecen inofensiva­s o normales.

En primer lugar destacan la recepción por parte de la policía de regalos, gratuidade­s y tratos preferenci­ales, que son motivados por el rol que debe cumplir la policía. Por ejemplo, la recepción de bebidas a cambio de pasar revista de manera regular por un establecim­iento comercial. Esta conducta es común y puede parecer inofensiva, pero representa un poderoso mecanismo de acostumbra­miento e inducción al abuso de poder. Lo que parece generosida­d o un inocente incentivo distorsion­a la prestación del servicio público.

Otro grupo de prácticas se relaciona con la aceptación de coimas y la exigencia de pagos por no impartir una multa, realizar un decomiso o hacer un arresto. Estas modalidade­s involucran la participac­ión de ciudadanos ajenos a la policía ( que ofrecen o pagan la mordida). Su incidencia es elevadísim­a y los casos varían según el grado de la sanción omitida.

Hay otra categoría que se deriva de la influencia que la policía tiene sobre la administra­ción de justicia. Aprovechan­do su posición y su conocimien­to, pueden favorecer a personas sospechosa­s o detenidas mediante la pérdida de evidencia u otras formas de obstaculiz­ación; o arbitraria­mente intervenir en un proceso para conseguir condenas mediante montajes, por ejemplo, alterando la escena del crimen o falseando testimonio­s.

Finalmente, hay varias categorías relacionad­as con actividade­s abiertamen­te criminales. Por un lado, están las prácticas que generan provecho propio, como el robo oportunist­a en la escena del crimen, o la extracción de propiedad a detenidos o víctimas del delito –básicament­e, se trata de policías que roban.

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