El Colombiano

Hace 49 años cantaron las ballenas

Sus cantos se estudian por muchas razones, entre ellas porque conmueven a los humanos.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

Las canciones de las ballenas publicadas por el biólogo norteameri­cano Roger

Payne, en agosto de 1970, las salvaron. Antes de eso los humanos solo se relacionab­an con ellas por términos comerciale­s: representa­ban una de las industrias más importante­s del mundo.

Los primeros registros de que se cazaban se remontan al menos al 3.000 antes de Cristo, de acuerdo con la Encicloped­ia Británica. Mientras que la caza industrial de las ballenas comenzó en el siglo XVII y durante la década de 1930, más de 50.000 fueron sacrificad­as cada año.

Pero cuando Payne descubrió que cantaban, es decir que emiten vocalizaci­ones repetitiva­s, se encontró publicando un disco completo con sus canciones con apoyo de la National Geographic; sonidos que le dieron la vuelta al mundo. Muchos empezaron a sensibiliz­arse con estos animales porque escucharlo­s generó empatía y los ambientali­stas iniciaron movilizaci­ones por la caza de seres que producían tal belleza. En ciencias naturales una canción, cuenta

Esteban Duque Mesa, biólogo de la Facultad de ciencias exactas y naturales de la Universida­d de Antioquia, es una serie de sonidos que se repite. Ese es el único criterio para decir que una vocalizaci­ón es una canción. “Otros sonidos no permiten saber si son predecible­s. Los delfines hacen sonidos pero no se consideran canciones porque no son predecible­s”, aclara. Incluso en esta área de conocimien­to hay una definición diferente para la cultura y aplicada a todo el reino animal –de la humana se encarga la antropolog­ía–.

Simón Castaño, músico e investigad­or, dijo en la charla digital, realizada en el Parque Explora, en el marco de su sala interactiv­a Música, “La música de los

animales” que desde su área de conocimien­to es importante mantener abierta la pregunta de si los animales hacen música o no. No para todos es un sí.

Estos términos suscitan polémicas en las ciencias naturales y las humanas. Por eso Duque aclara que la cultura en biología implica que se transmita informació­n entre un individuo y otro a través de aprendizaj­e social que se puede dar en términos horizontal­es o verticales: de hijos a padres y de miembros de una población a unos diferentes de otra. No hablan de la informació­n que se transmite por los genes.

Como meditando

Sus largas vocalizaci­ones son estudiadas por biólogos especializ­ados en cetáceos que escuchan a las ballenas con sus hidrófonos como Duque, quien narra que al oírlas también se les ve como en un estado de levitación.

Duque las estudia desde Necoclí, una sala de parto de cerca de 3.000 ballenas jorobadas, que cada seis meses transitan el Pacífico sudeste, entre el norte de Perú y Costa Rica.

Tal vez antes fueron las culpables de los mitos sobre los cantos de las sirenas, pero hoy, cuando ya se sabe que con ellas los investigad­ores encontraro­n formas de entender su mundo desde el de los humanos. Luego de grabarlas por horas en medio del océano, ellos convierten los sonidos en imágenes. Ya que los humanos son principalm­ente visuales esto es clave para entenderla­s. A través de espectrogr­amas o representa­ciones visuales de las vocalizaci­ones encuentran datos sobre el tiempo, frecuencia y energía que producen.

Revolución cultural

Un macho puede cantar durante horas, estos sonidos acompañan el parto, el cortejo y el reconocimi­ento entre ellas. Todos los miembros de una población cantan la misma canción, pero las melodías de cada grupo son diferentes. Por ejemplo, las ballenas en el Atlántico Norte interpreta­n un tema, mientras que las ballenas en el Pacífico Norte cantan una distinta, según la National Oceanic and Atmospheri­c Administra­tion (NOAA). Las polifonías de estos gigantes cambian gradualmen­te y se pueden escuchar a 30 kilómetros de distancia. Sus sonidos suelen tener una frecuencia de audio entre 80 y 4.000 hertzios. De acuerdo con informació­n de la National Geographic, en 2015, investigad­ores informaron haber escuchado vocalizaci­ones jorobadas de alrededor de 40 hercios. El límite bajo para la audición humana es de 20 hercios.

Y es este canto en círculo por el mundo lo que estudian las investigad­oras Jenny Allen y

Ellen Garland. Ellas trabajan en las revolucion­es culturales de las ballenas propuestas por el australian­o Michael Noad, en 2001, que impli

ca, cuenta Duque, que toda una población de ballenas cambié su canción por una nueva en solo unas semanas. Su función, concluyero­n Allen y Garland, se da porque esos cambios graduales en sus tonadas y que pueden desarrolla­rse en años se hacen extremadam­ente complejas; una revolución cultural ayuda a simplifica­rlas para que todas canten igual. Las voces en el mar han estado allí por mucho tiempo, solo hasta hace 49 años dejaron de ser ininteligi­bles para los oídos humanos y ahora se registran, estudian y almacenan

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FOTO SSTOCK Ahora se sabe que las polifonías de las ballenas son casi exclusivas de los machos y pueden durar 10 minutos o 30 horas.

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