El Colombiano

WINSTON CHURCHILL ODIARÍA A BORIS JOHNSON

- Por IAN BURUMA redaccion@elcolombia­no.com.co

El fantasma de Winston Chur

chill aún merodea por Washington y Londres. Los presidente­s estadounid­enses con frecuencia se han formado de acuerdo con el modelo del bélico líder británico, especialme­nte en tiempos de conflicto.

George W. Bush era un gran admirador. Y entonces en el tiempo anterior a la guerra de Irak, el Primer Ministro Tony

Blair le prestó un busto de Churchill, mientras que otro, que había estado en la Casa Blanca por varias décadas, estaba siendo reparado. Cuando el presidente

Barack Obama devolvió el busto después de que el viejo fue reparado, fue acusado por un político británico de hacerlo por resentimie­nto, por su “disgusto ancestral del Imperio Británico, del cual Churchill había sido tan ferviente defensor”. Ese político fue

Boris Johnson, quien se convirtió en Primer Ministro de Gran Bretaña el miércoles.

El presidente Trump, que colocó un busto de Churchill en la Oficina Oval con gran fanfarria, no tiene modales de clase alta ni modales de ningún tipo. Pero él también es un admirador de Churchill y del Sr. Johnson, a quien llamó, de manera un tanto extraña, el “Trump de Gran Bretaña”. Algunos partidario­s del Sr. Johnson ven esto como una señal de que la relación especial angloameri­cana revivirá en toda su antigua gloria. Si es así, esta relación representa­rá todo lo que Churchill, y especialme­nte su gran aliado en tiempos de guerra Franklin D.

Roosevelt, despreciab­a. Churchill era en verdad un defensor del imperio y tenía algunos prejuicios raciales serios, especialme­nte contra los indios, a quienes detestaba. Pero también era internacio­nalista. Lejos de querer que Gran Bretaña lo hiciera solo durante la evacuación de las tropas aliadas de Dunkerque en la primavera de 1940, incluso consideró la idea de que Gran Bretaña y Francia deberían fusionarse como una sola nación para luchar contra Hitler.

La idea de la relación especial de Gran Bretaña con los Estados Unidos también era muy de Churchill. Su madre era estadounid­ense, así que había razones sentimenta­les. Y Churchill era un gran creyente en la grandeza del “pueblo anglohabla­nte”. Pero la relación nació de pura necesidad. Churchill sabía que Gran Bretaña no podría derrotar a Alemania Nazi sin ayuda activa de los Estados Unidos.

Roosevelt, quien no era amigo del imperialis­mo británico, estaba bien consciente del peligro que posaba para los EE. UU. una Europa dominada por el Tercer Reich.

Al final de 1941, el ataque japonés contra Pearl Harbor y la declaració­n de guerra de Hitler contra Estados Unidos silenció a los partidario­s de América Primero. Churchill y Roosevelt diseñaron el Chárter Atlántico, imaginando el mundo después de la derrota de Hitler. Estuvo marcado por ideas profundame­nte internacio­nalistas: cooperació­n entre países, libre comercio y libertad política para todos. Las Naciones Unidas, ahora menospreci­ada por la administra­ción de Trump, nació de este chárter.

Después de ganar la guerra, Churchill pronunció un famoso discurso en Zurich, en el que pidió la creación de un Estados Unidos de Europa. Él creía que solo la integració­n europea completa evitaría otra guerra devastador­a.El nuevo primer ministro británico, Sr Johnson, a veces da la impresión de que siente nostalgia por los días de gloria del imperialis­mo británico.

Pero incluso los Brexitante­s más radicales se dan cuenta de que esos días han terminado. Algunos, tal vez incluido el Sr.Johnson, ven una futura Gran Bretaña como una versión más grande de Singapur, una especie de puerto libre de bajos impuestos y baja regulación. Otros sueñan que volverá a ser una potencia global una vez que se libere de lo que consideran las cadenas de Bruselas. Sin embargo, otros creen que una relación especial revivida con los Estados Unidos es la puerta de entrada a la grandeza nacional.

El Sr. Johnson ha presionado todos estos botones. Pero lo principal que la mayoría de los Brexitante­s tienen en común es una obsesión con la soberanía nacional, “retomar el control” y mantener a los extranjero­s fuera, un anhelo por esa vieja idea británica: el espléndido aislamient­o. El Sr. Johnson cuando promete que Gran Bretaña abandonará la Unión Europea de aquí a Halloween, “todo o nada” está imitando el desafío atacante de Churchill hacia el enemigo nazi. Al igual que Trump, tiene una creencia exagerada en el poder nacional y en su propio país primero.

Si abandona la Unión Europea, Gran Bretaña se convertirá en un país provincial mediocre, cuya fortuna estará sujeta a los caprichos de los demás. A Trump probableme­nte no le importará. Churchill habría quedado horrorizad­o ■

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