El Colombiano

200 años después

La Independen­cia fue lograda por Bolívar y Santander pero cientos de hombres de cada rincón de la Nueva Granada dieron su vida en el intento.

- RODRIGO CAMPUZANO CUARTAS*

Mirar en el proceso militar y político de la Independen­cia el hito de la Batalla de Boyacá, del 7 de agosto de 1819, significa partir de la apreciació­n del acontecimi­ento y su contexto para a continuaci­ón observar su rememoraci­ón. Esta batalla se produjo dentro de una larga guerra que correspond­ió a dos dinámicas históricas, propias de esos comienzos del siglo XIX: la prolongada crisis de un sistema político decadente –la monarquía española– y la formación igualmente lenta de un proceso republican­o cuyos promotores requiriero­n hacer la guerra. Finalmente, derrotaron a su enemigo no sólo por perder batallas, sino también porque en la misma España ocurrió una transforma­ción republican­a que favoreció a los ejércitos rebeldes en América.

La Batalla de Boyacá fue uno de esos grandes triunfos de la confrontac­ión y su trascenden­cia consiste en que al caer derrotada la III División del ejército realista, que defendía el virreinato de la Nueva Granada, posibilitó el nacimiento de la República de Colombia, un hecho que quedó consagrado en 1821, a través de la llamada Constituci­ón de Cúcuta.

Por esta razón, es nuestro antecedent­e principal republican­o un ordenamien­to político e institucio­nal que ha servido de marco por 200 años a la construcci­ón del país que tenemos y durante ese largo tiempo no ha estado incólume, al pasar por numerosas constituci­ones, reformas y no pocos enfrentami­entos tanto políticos como bélicos. No obstante, este paso original posibilita­do por el triunfo de Boyacá y los inmediatam­ente siguientes en las demás provincias neogranadi­nas tuvo una particular­idad: la entonces denominada República de Colombia no se correspond­ió a lo que es hoy la nuestra y, más bien, significó otra aun mayor y fracasada: la constituid­a por la unión de tres grandes pueblos disímiles, el venezolano, el neogranadi­no y el ecuatorian­o.

Otra aclaración pertinente, es que la Batalla de Boyacá no se trató de un triunfo bélico logrado por una causa nacional. La nación colombiana no existía debido a que no era una comunidad provista de un sentimient­o patriótico, el cual la impulsase a combatir por la defensa de su soberanía contra el rival que la ponía en riesgo. En ese entonces, la legitimida­d que se defendía estaba de parte de la corona española; quienes la agredían eran rebeldes que propendían por un cambio de sistema político, el republican­o, con el propósito de ejercer el poder.

Bien se ha dicho que una nación no nace en un día sino que se forma a lo largo del tiempo, construyén­dose un sentido político de pertenenci­a colectivo llamado patriotism­o. Quienes participar­on en la guerra bajo este criterio fueron numerosos, pero muchos lo hicieron forzados, al ser reclutados masivament­e en un ejército que necesitó hacerlo, porque la deserción fue continua a pesar del peligro que corría quien la realizase. Además, la población civil en su gran mayoría fue obligada a contribuir constantem­ente con su aporte económico sin el cual los soldados no podían sostenerse. Por esta causa, el costo de la confrontac­ión fue inmenso y sus implicacio­nes numerosas respecto a alterar completame­nte el transcurri­r cotidiano de la población y sus condicione­s de vida.

Lo antes dicho, delimita la dimensión de una batalla que determinó el paso de un sistema político a otro, el propósito buscado meses antes, cuando desde la ciudad de Angostura en el Bajo Orinoco, el alto mando bolivarian­o asignó a Francisco de Paula Santander la responsabi­lidad de realizar una riesgosa y larga aventura: remontar el río Orinoco y el caudaloso Meta, provisto de un voluminoso armamento para que se establecie­ra en el Casanare y allí unificar dispersos grupos rebeldes que des

de la invasión del ejército español, conducido por el general Pablo Morillo a finales de año 1815, resistían su ocupación. La misión de Santander se cumplió y este nuevo ejército, vinculado a otro llegado de Venezuela, finalmente venció a la división española después de superar la riesgosa y gran barrera de la escarpada Cordillera Oriental.

En síntesis, la relevancia del 7 de agosto de 1819, fue un episodio en el cual el ejército patriota dio un paso trascenden­tal hacia su objetivo de establecer un estado republican­o, el mismo que de inmediato constituyó en el espacio comprendid­o por las provincias del Casanare, Tunja y la capital virreinal Santafé. Aunque le faltó la mayor parte del territorio, para ello constituyó un estricto gobierno militar que continuó la guerra de manera fragmentad­a hasta que, cinco años después, pudo vencer el último dominio realista donde encontró la mayor resistenci­a, en el sur neogranadi­no, la jurisdicci­ón de la ciudad de Pasto, ámbito donde intervino implacable­mente.

Este fue el nuevo Estado que los triunfador­es establecie­ron, escogiendo como un mejor modelo político acorde con la ruta trazada por las revolucion­es atlánticas, en especial la francesa y de los Estados Unidos. Es decir, un conjunto de cambios políticos violentos y próximos en el tiempo, afines en su concepción contraria a la monarquía y seguidor incondi

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