200 años después
La Independencia fue lograda por Bolívar y Santander pero cientos de hombres de cada rincón de la Nueva Granada dieron su vida en el intento.
Mirar en el proceso militar y político de la Independencia el hito de la Batalla de Boyacá, del 7 de agosto de 1819, significa partir de la apreciación del acontecimiento y su contexto para a continuación observar su rememoración. Esta batalla se produjo dentro de una larga guerra que correspondió a dos dinámicas históricas, propias de esos comienzos del siglo XIX: la prolongada crisis de un sistema político decadente –la monarquía española– y la formación igualmente lenta de un proceso republicano cuyos promotores requirieron hacer la guerra. Finalmente, derrotaron a su enemigo no sólo por perder batallas, sino también porque en la misma España ocurrió una transformación republicana que favoreció a los ejércitos rebeldes en América.
La Batalla de Boyacá fue uno de esos grandes triunfos de la confrontación y su trascendencia consiste en que al caer derrotada la III División del ejército realista, que defendía el virreinato de la Nueva Granada, posibilitó el nacimiento de la República de Colombia, un hecho que quedó consagrado en 1821, a través de la llamada Constitución de Cúcuta.
Por esta razón, es nuestro antecedente principal republicano un ordenamiento político e institucional que ha servido de marco por 200 años a la construcción del país que tenemos y durante ese largo tiempo no ha estado incólume, al pasar por numerosas constituciones, reformas y no pocos enfrentamientos tanto políticos como bélicos. No obstante, este paso original posibilitado por el triunfo de Boyacá y los inmediatamente siguientes en las demás provincias neogranadinas tuvo una particularidad: la entonces denominada República de Colombia no se correspondió a lo que es hoy la nuestra y, más bien, significó otra aun mayor y fracasada: la constituida por la unión de tres grandes pueblos disímiles, el venezolano, el neogranadino y el ecuatoriano.
Otra aclaración pertinente, es que la Batalla de Boyacá no se trató de un triunfo bélico logrado por una causa nacional. La nación colombiana no existía debido a que no era una comunidad provista de un sentimiento patriótico, el cual la impulsase a combatir por la defensa de su soberanía contra el rival que la ponía en riesgo. En ese entonces, la legitimidad que se defendía estaba de parte de la corona española; quienes la agredían eran rebeldes que propendían por un cambio de sistema político, el republicano, con el propósito de ejercer el poder.
Bien se ha dicho que una nación no nace en un día sino que se forma a lo largo del tiempo, construyéndose un sentido político de pertenencia colectivo llamado patriotismo. Quienes participaron en la guerra bajo este criterio fueron numerosos, pero muchos lo hicieron forzados, al ser reclutados masivamente en un ejército que necesitó hacerlo, porque la deserción fue continua a pesar del peligro que corría quien la realizase. Además, la población civil en su gran mayoría fue obligada a contribuir constantemente con su aporte económico sin el cual los soldados no podían sostenerse. Por esta causa, el costo de la confrontación fue inmenso y sus implicaciones numerosas respecto a alterar completamente el transcurrir cotidiano de la población y sus condiciones de vida.
Lo antes dicho, delimita la dimensión de una batalla que determinó el paso de un sistema político a otro, el propósito buscado meses antes, cuando desde la ciudad de Angostura en el Bajo Orinoco, el alto mando bolivariano asignó a Francisco de Paula Santander la responsabilidad de realizar una riesgosa y larga aventura: remontar el río Orinoco y el caudaloso Meta, provisto de un voluminoso armamento para que se estableciera en el Casanare y allí unificar dispersos grupos rebeldes que des
de la invasión del ejército español, conducido por el general Pablo Morillo a finales de año 1815, resistían su ocupación. La misión de Santander se cumplió y este nuevo ejército, vinculado a otro llegado de Venezuela, finalmente venció a la división española después de superar la riesgosa y gran barrera de la escarpada Cordillera Oriental.
En síntesis, la relevancia del 7 de agosto de 1819, fue un episodio en el cual el ejército patriota dio un paso trascendental hacia su objetivo de establecer un estado republicano, el mismo que de inmediato constituyó en el espacio comprendido por las provincias del Casanare, Tunja y la capital virreinal Santafé. Aunque le faltó la mayor parte del territorio, para ello constituyó un estricto gobierno militar que continuó la guerra de manera fragmentada hasta que, cinco años después, pudo vencer el último dominio realista donde encontró la mayor resistencia, en el sur neogranadino, la jurisdicción de la ciudad de Pasto, ámbito donde intervino implacablemente.
Este fue el nuevo Estado que los triunfadores establecieron, escogiendo como un mejor modelo político acorde con la ruta trazada por las revoluciones atlánticas, en especial la francesa y de los Estados Unidos. Es decir, un conjunto de cambios políticos violentos y próximos en el tiempo, afines en su concepción contraria a la monarquía y seguidor incondi