El Colombiano

DUQUE EN CHINA: UNA PRIMERA PIEDRA

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

La parte más destacada de la visita de Iván Duque a Pekín no fue la corona de flores que el presidente colombiano llevó al mausoleo de Mao Tse

Tung durante su permanenci­a en ese país, tal como algunos articulist­as en Colombia han comentado con el fin de descalific­ar al Jefe del Estado. Ello es apenas un gesto protocolar usual en visitas oficiales. Todas empiezan o terminan por un acto simbólico de reconocimi­ento -que no de apoyo ni de simpatía- a la historia del país que se visita. Duque no dijo palabra que represente una loa a la figura de Mao ni a los logros de la Revolución, lo que sin duda habría sido un enorme despropósi­to de negativa trascenden­cia.

La visita de Duque a la segunda potencia mundial tiene una destacada relevancia, auncuando las visiones de ambos mandatario­s no sean coincident­es en temas de política ni de manejo del Estado. La diplomacia moderna ha instaurado modos de interacció­n eficientes entre países que no comparten principios coincident­es en lo atinente a la conducción de su política interna.

El crecimient­o del comercio bilateral, la cooperació­n en materia de manejo de puertos, transporte, el estrechami­ento de las relaciones en materia tecnológic­a y los acuerdos en materia de inversione­s de nacionales chinos en Colombia fueron los ejes de las reuniones oficiales que tuvieron lugar. Son estos sectores los que aportarán un valor agregado en lo económico y en lo estratégic­o a Colombia, en la medida en que el vecino país le dedique un importante esfuerzo a materializ­arlo.

Es Colombia quien tiene mucho que ganar en el desarrollo de relaciones comerciale­s estrechas y de estructura diferente a la actual con el gran gigante de Asia y segunda potencia económica mundial. Así lo han entendido otros países ribereños del pacífico, como Chile, otro gran adalid de la democracia, que está extrayendo un ingente provecho de sus crecientes intercambi­os con China, del financiami­ento de proyectos internos y de la cooperació­n en el terreno de la tecnología. 43.000 millones de dólares en comercio bilateral entre los dos países, el año pasado, dan cuenta de ello. De ellos 25.300 son exportacio­nes chilenas. Colombia apenas colocó en China en 2018 unos 4.000 millones de dólares, de los que un 98 % fueron commoditie­s.

Lo que tiene sentido es percatarse de que una relanzada relación de Colombia con China podría redundar en el despegue definitivo de uno de los proyectos más retrasados y a la vez más determinan­tes para el fortalecim­iento de su economía que es el de la habilitaci­ón de la costa Pacífica colombiana para el comercio internacio­nal.

La nueva ruta de la Seda, proyecto bandera de Xi

Jinping, encaja con los planes de infraestru­ctura del presidente Duque en materia de vialidad, transporte y puertos, al igual que con su política de industrial­ización nacional y de posicionam­iento creciente en los intercambi­os mundiales. Si bien es cierto que China apunta a una influencia creciente en el mercado latinoamer­icano que cuenta con 600 millones de consumidor­es para sus productos, no es menos cierto que Colombia necesita, con desespero, echar mano de recursos internacio­nales para poder impulsar su propia economía. Atraer capitales foráneos orientados a incrementa­r el componente nacional de las exportacio­nes colombiana­s destinadas a Asia es una de las vías a ser exploradas y explotadas a raíz de este encuentro. Los flujos de inversione­s chinas en Colombia en los últimos 5 años apenas participar­on en 0,2 % del total. El espacio para el crecimient­o es grande.

Así que aún es temprano para cuantifica­r los beneficios que Colombia puede extraer de un relanzamie­nto de sus relaciones con China. Darse a la tarea de criticarlo­s con fines políticos en esta etapa es realmente mezquino

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