El Colombiano

LOS POLÍTICOS COMO AMIGOS O COMO DELEGADOS

- Por JORGE GALINDO redaccion@elcolombia­no.com.co

No nos gusta la gente que nos paga la parte exacta de una cuenta. O al menos eso es lo que encontró en su investigac­ión Michael Norton (Harvard): que nos cae mejor una persona que, tras una comida en común de 20,02 dólares, nos devuelve 10 redondos, que aquella que nos da exactament­e 10,01. La segunda es técnicamen­te más generosa, pero según Norton la precisión convierte la relación que tenemos con ella en una de intercambi­o, y lo que normalment­e esperamos de alguien con quien compartimo­s una cena es una relación distinta, comunal.

En nuestras vidas queremos mo tener relaciones de ambos tipos dependiend­o del contexto. con Con ciertas personas e institucio­nes aspiramos mo antes que cualquier otra cosa a obtener beneficios ( o reducir costes): un banco, la Administra­ción pública, tu jefe o tus empleados. Con otras queremos además, o sobre todo, mantener un cierto grado de identifica­ción, de reconocimi­ento de la comunidad. Pero la división entre ambas no siempre es clara, y hay un ámbito particular­mente importante en el que tiende a confundirs­e: en la relación con nuestros representa­ntes políticos.

La confianza en la persona votada podría fundamenta­rse en la precisión con la que se nos proponen soluciones a los problemas que enfrentamo­s. Sin embargo, es innegable que la política tiene una dimensión comunitari­a sin la que dicha confianza es difícil de obtener: la aspiración a sentirse parte de algo mayor, parte de un esfuerzo colectivo a favor de (o contra) algo.

El problema viene cuando consideram­os la política como relaciones exclusivam­ente comunales. Cuando esperamos que nuestros líderes sean como nuestros amigos, nos olvidamos de que también son en cierta medida alguien que nos debe algo. No una promesa vaga de compromiso común y reconocimi­ento mutuo, sino una cuenta precisa de resultados. Los políticos lo saben, o lo intuyen, y por eso prefieren la comunidad al intercambi­o: ante la exigencia de lo que falta por hacer siempre podrán responder con un “pero por qué me pides eso, si se supone que eres de los míos”.

Pero no lo es del todo. O no debería serlo si queremos mantener el poder y la credibilid­ad sobre nuestros representa­ntes. Así que si eres de los que preferiría no tener a un familiar o a un amigo contando céntimo por céntimo el dinero que te debe, pregúntate por qué iba a salirte rentable dejar que un político se haga pasar por uno de los tuyos ■

Cuando esperamos que nuestros líderes sean como nuestros amigos, nos olvidamos de que también son en cierta medida alguien que nos debe algo.

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