El Colombiano

Juanes, un buen padrino musical

- DIEGO LONDOÑO Crítico musical @Elfanfatal

Recibí un último mensaje para la visita. Una ciudad primaveral en lluvia, en congestión por sus fiestas. Caminé acelerado, tomé un tren, luego un taxi para llegar al destino. Séptimo piso, toco el timbre y espero. ¿Señor Diego? Sí. Ya viene Juan Esteban. Nunca lo hago, pero me acomodo el cabello y trato de mirar que todo esté en orden en mí, en el reflejo del celular. Un poco de narcisismo-vanidad no está mal de vez en cuando. En el pasado, una foto con él en un restaurant­e y en un concierto, una conversaci­ón con su estatua en Carolina del Príncipe, su pueblo natal. Nada más. De repente, llega el tipo de los cortes de cabello, el camaleón de su apariencia, del hablar descomplic­ado, el dueño de Solo, A Dios el pido, La camisa negra, o No es justo, el amigo de Sabina, Mick Jagger, Calamaro, James Hetfield, Bosé, Fito Páez, Octavio Mesa. Juan Esteban, el soñador que trabajó por llenar su vida de canciones, vivir de ellas, a toda costa, vivir de la valentía que su voz le pedía. Un saludo cordial, un abrazo fraterno, como si fuera una cita planeada por años, en realidad así era para mí, pero nunca estuvo planeada. Un vaso de agua al ambiente, la ciudad de fondo, y él, observando mi torpeza a través de unos lentes para ver de cerca y de lejos. Juanes es un buen tipo, lo supe desde siempre, pero para reafirmarl­o bastó con solo 30 segundos de estar sentados en un sofá, frente a frente. ¿Qué hay de nuevo en Medellín? ¿Qué bandas, qué canciones hay que escuchar? ¿Cómo podemos ayudarles? Y lo decía sin la pretensión del ego de artista, sin ser Juanes, el aplaudido, el homenajead­o, sin ser el músico que logró escalar esferas que cualquiera añoraría. Más bien, Juanes lo hizo con la convicción de que el talento de su sangre también tiene que ver con las venas abiertas de una ciudad como Medellín. Es decir, muchos podrían llegar a vivir de canciones y quizá él podría ayudar en algo, en la industria, en la gente. Quizá vio que en mi camiseta decía “Apoya música independie­nte” y pensó en un aliado para conversar y conocer. Tomó el celular para escribir lo que yo recomendab­a, me escuchó por unos minutos. Por la respuesta desfilaron bandas, canciones, prehistori­a y actualidad. Crítica, festivales, conciertos, discos y dudas que no se pueden responder. Un acto cariñoso, despreveni­do, agradecido y respetuoso con la música de su ciudad. Antes de responder a sus preguntas, pienso en segundos, ¿Qué banda podrá salir de Medellín a hacer un buen trabajo en el exterior? ¿Estarán preparadas para asumir la presión de la industria, el público y el trabajo? ¿El ego será protagonis­ta, o estarán las bandas preparadas para dejarse cuestionar o liderar por otros que lleven más o menos trayectori­a? Juanes escucha, toma nota, hace la tarea luego de haberla hecho durante años, y ejerce un padrinazgo musical, no unidirecci­onal, porque con humildad decide escuchar y aprender de todo, de todos. Decide ayudar con lo que puede, con su influencia, con su cariño hacia el sonido de este valle. Dejamos el celular en la mesa y seguimos hablando de música, porque estoy de acuerdo, hay algo mejor que la música, hablar de ella. Al final, un abrazo sincero y la puerta se cierra. Bajo por el ascensor mirando de nuevo el cabello que arreglé al entrar a esta casa, y pienso que ese, nuestro Juanes, es un buen tipo.

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