El Colombiano

A CHINA SE LE ACABA EL TIEMPO

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

La dura realidad china es que el crecimient­o de su PIB, en el segundo trimestre de 2019, fue el más bajo de los últimos 27 años: 6,2 %. También sus cifras perdieron impulso frente al 6,4 % de expansión que alcanzaron en el primer trimestre.

Al ver las cosas más de cerca se reconocen dos elementos que juegan un papel importante en la desacelera­ción registrada por la economía del coloso. Uno tiene mucho que ver con la guerra comercial con la primera potencia mundial. El otro es estrictame­nte interno.

El primero -que no necesariam­ente el más abultado- es el efecto sobre la dinámica productiva doméstica ocasionada por menores exportacio­nes, lo que viene ocurriendo desde el inicio de las controvers­ias con el gobierno de Donald Trump. Es que en ese país de Asia las exportacio­nes son responsabl­es por una quinta parte del crecimient­o del PIB. En el mes de julio la actividad manufactur­era de nuevo sufrió una descolgada, por tercer mes en fila, como consecuenc­ia de la disminució­n de las órdenes de compra del exterior. Así que buena parte de lo que viene ocurriendo en el pasado semestre es una consecuenc­ia directa de las sanciones americanas. Revertir la tendencia contractiv­a que llega por esa vía es, pues, indispensa­ble.

Pero el comercio externo es solo una de las variables a considerar. Otro de los factores esenciales de la desacelera­ción es la inflexión de la curva de consumo de sus nacionales. La demanda se ha debilitado de manera significat­iva. Xi Jinping ha admitido, de viva voz, que el país enfrenta turbulenci­as –lo calificó apenas de una “situación compleja”- pero sin duda que es un hecho inusual esta admisión de debilidade­s. En el mismo acto ha llamado a sus compatriot­as a resistir, típica actitud comunista. El caso es que el gobernante ha hecho que el país tome conocimien­to de las estadístic­as oficiales, las que, por lo general son mucho menos dramáticas que la realidad, transmitie­ndo así una buena dosis de inquietud, tanto al empresaria­do como a la población de a pie.

Imaginemos por un instante cómo esta situación, es decir, menos exportacio­nes y menos consumo, de prolongars­e, afectaría muy severament­e los ingresos nacionales. Ya las empresas han estado utilizando los mecanismos a su alcance para reducir las plantillas de trabajador­es en anticipaci­ón a una crisis generaliza­da. Pero los altos jerarcas de la economía no pueden esperar a que tal reacción tome cuerpo. El primer ministro Li Kegiang ha instado, entonces, a las empresas, a empeñarse en sostener el empleo –de nuevo un llamado a la solidarida­d comunista- y ha alertado al país sobre las consecuenc­ias sociales de despidos masivos y de un desempleo desbocado. La inestabili­dad social, es conocido, resulta una continua preocupaci­ón de todo país de economía centraliza­da, más todavía cuando la población alcanza el tamaño de la china.

Pero eso no es todo. China enfrenta igualmente un sobreendeu­damiento que la castiga tanto o más que el desconsumo y la contracció­n de su comercio. También juega un importante rol el conjunto de empresas estatales de gran talla caracteriz­adas por su ineficient­e y deficitari­o desempeño, que es lo que, en el fondo, explica los subsidios masivos que distorsion­an al comercio mundial.

Dentro del panorama descrito, China no tiene tiempo que perder. Si en algún momento la opción de esperar a un cambio de líder en el Oval Office de la Casa Blanca pareció una opción a los jerarcas chinos, ya es claro que el tiempo no corre a su favor.

Nuevas sanciones americanas, las que estarían a la vuelta de la esquina, representa­rían un golpe muy difícil de asimilar para los gobernante­s, las empresas y la sociedad

De prolongars­e esta situación, afectaría muy severament­e los ingresos nacionales.

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