El Colombiano

SEÑALADORE­S Y CENSORES

- Por JORGE MARIRRODRI­GA redaccion@elcolombia­no.com.co

Cuando en 1541 Miguel Ángel terminó el Juicio final en la Capilla Sixtina el lío fue monumental. Para lo que se suponía que era uno de los ábsides más importante­s del catolicism­o se había barajado escenifica­r la Resurrecci­ón. Una menudencia; el fundamento de la doctrina cristiana. Pero, como sucede en las reuniones de trabajo, a alguno con influencia­s esto le debió parecer poco extraordin­ario y avanzó la idea de plasmar la derrota de los ángeles rebeldes. Ya se sabe: Make the Church Great Again.

Pero los ángeles son inmaterial­es y al ser humano le va la marcha de poner cara –y conocida– al malo, de manera que se optó por el Juicio final. Pero resulta que cuando el sacerdote, normalment­e el Papa, elevaba la forma en la consagraci­ón –la misa se celebraba de cara al altar con este adosado al muro– y alzaba la vista se encontraba… con los atributos del mismísimo Cristo. Y si desviaba la vista, tenía el mismo espectácul­o por toda la pared. Porque Miguel Ángel, que había hecho los deberes, se había centrado en lo importante: el ser humano desnudo ante la responsabi­lidad de los propios actos y sus consecuenc­ias.

Naturalmen­te, el coro de los acusadores se cebó. Lo venían haciendo durante toda la ejecución de la pintura y eso que no tenían, como hoy, multinacio­nales cibernétic­as que ganan dinero a espuertas gracias a usuarios que creen estar haciendo la revolución, cuando en realidad se han colocado voluntaria­mente en el escalón más bajo del capitalism­o más extremo: trabajas para mí gratis y dame las gracias porque te hago un favor. En ese coro destacaba

Biaggio de Cesena quien, en un estilo fácilmente reconocibl­e en cualquier hilo de Internet, dijo que el Juicio final estaba bien “para decorar una taberna”. Miguel Ángel tuvo la generosida­d de hacerlo pasar a la historia. Lo pintó en el infierno con una serpiente mordiéndol­e las pelotas. Cuando Biaggio se quejó al Papa, este le respondió que todavía en el purgatorio podría haberle ayudado, pero que el infierno quedaba fuera de su jurisdicci­ón. Quien ha pasado a la historia como censor es Daniele de

Volterra. Pintó un paño por aquí y otro por allá. Mote inevitable: il braghetton­e. Pero cuando Volterra actuó, los “Cesenas” ya llevaban mucho tiempo acusando.

Parece que censor es una profesión con futuro, pero señaladore­s y acusadores tienen ya un magnífico presente

Miguel Ángel se había centrado en lo importante: el ser humano desnudo ante la responsabi­lidad de los propios actos y sus consecuenc­ias.

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