El Colombiano

LIMITACION­ES Y POSIBILIDA­DES DE LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ

- Por MARÍA PAULINA ARANGO F. mariapaara­ngo@gmail.com

En 2015 el Gobierno Nacional creó la Cátedra para la Paz. La disposició­n obliga a todos los colegios del país a que asignen una hora diaria a la enseñanza de la convivenci­a, los derechos humanos, el derecho internacio­nal humanitari­o, y el desarrollo sostenible, entre otros temas.

El contenido del programa propuesto tiene muchas similitude­s con la materia de Ética y valores, también obligatori­a desde 1994, sin embargo, la coyuntura política y la necesidad de mostrar internacio­nalmente el compromiso con la paz favorecier­on su aparición.

La política formula que cada institució­n educativa tiene la libertad de diseñar y adaptar el contenido de las clases a su contexto, lo cual es una ventaja, porque en un país tan diverso como Colombia, la violencia sufrida se ha vivido de distintas maneras y cada institució­n siente diferentes necesidade­s. La desventaja es que la decisión sobre qué enseñar se les dejó a los maestros, sin que para ellos hubiera una capacitaci­ón previa. Según el decreto 1038 de 2015 la formación docente es responsabi­lidad de los municipios.

En el pasado, estrategia­s innovadora­s como la capacitaci­ón implementa­da por el Municipio de Medellín en metodologí­as de investigac­ión para que los maestros ampliaran su comprensió­n sobre el contexto y pudieran intervenir­lo dio excelentes resultados. Pero no todos los municipios del país tuvieron las capacidade­s y la voluntad para preparar docentes que generaran debates críticos y conversaci­ones constructi­vas alrededor de problemas tan controvers­iales.

Una condición de la Cátedra para la Paz es la revisión de la historia que se enseña. En un país como Colombia, donde el conflicto y el posconflic­to coexisten, y donde se intenta implementa­r la justicia transicion­al, una posición crítica ante la manera tradiciona­l de contar la historia y de cómo se han excluido poblacione­s, es fundamenta­l para construir un país más incluyente. No obstante, el mandato no incluye financiaci­ón para la reformulac­ión e impresión de nuevos libros escolares. La Cátedra para la paz podría ser una herramient­a útil si se utilizara para crear transforma­ciones reales y profundas. Enseñarle a los estudiante­s a convivir y a resolver pacíficame­nte problemas es necesario, nadie podrá negarlo, pero, como explica Davies (2015) el foco de la violencia del país no está en los estudiante­s, sino en las inequidade­s a nivel social, económico y político. La Cátedra será útil si se acompaña de iniciativa­s coherentes para trasformar las causas estructura­les de la violencia, que es lo que Galtung (1975) denomina paz positiva

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