El Colombiano

VIDA ESTÉRIL Y EFICIENTE DE UN MILENARIO

- Por RAINESFORD STAUFFER redaccion@elcolombia­no.com.co

Estaba cubierta de una capa de sudor, y mi cargador de iPhone colgaba de una bolsa que contenía el trabajo después de horas que aún tenía que hacer junto con una barra Lara, aplastada por el peso de mi computador­a portátil. Debería haber sido obvio: estaba estresada y me movía demasiado rápido. Pero, como siempre, no me di cuenta hasta que estaba en el tren. Levanté la cabeza de la bandeja de entrada el tiempo suficiente para jugar a las escondidas con un niño pequeño agarrando su bocadillo y charlar con una pareja mayor camino a sus vacaciones. Sentí alegría y una punzada de vergüenza que resulta de darse cuenta de que te has movido demasiado rápido para apreciar lo que tienes delante.

Viajar en el tren siempre es un recordator­io de las cosas que no hago lo suficiente: sentarme y hablar con extraños. Pasar tiempo en un espacio designado para una cosa en lugar de un centro multitarea diseñado para ser todo a la vez. Vaya más despacio. Si bien el tren suele ser la forma más rápida de llegar a mi destino, también es la más tranquila. Y por estos días, el ocio puede parecer una idea de último momento.

Amtrak anunció a fines de septiembre que suspenderí­a su servicio de comidas en trenes de larga distancia, intercambi­ando vagones de comida tradiciona­les, la versión más lujosa del vagón café en el que me senté mientras viajaba cansada a casa esa noche, por opciones “flexibles” y “contemporá­neas” para comer. Si bien el cambio sólo afectará ciertas rutas de una noche en la costa este, generó una conversaci­ón sobre todo lo que se pierde en el intento de tener más: más privacidad en lugar de sentarse junto a otros viajeros, más tiempo para hacer cosas más productiva­s que esperar una comida, más rapidez y facilidad. El deseo de “atraer a una generación más joven de viajeros”, citado como parte de la razón del cambio, es un ejemplo de lo que parece un mensaje de la sociedad a los milenarios en particular: vamos a ofrecer menos y esperamos que usted reciba más.

La sugerencia de que, como una persona de 26 años, debo encontrar significad­o en algo que es escaso, impersonal y temporal es demasiado familiar. Los milenarios trabajan más por menos dinero, y tienen menos activos y riquezas que generacion­es previas de la misma edad. (No ignoro que la decisión de Amtrak de quitar el vagón de cenas eliminará los empleos de una variedad de trabajador­es de sindicato). Encima de eso está una llamada de atención que dice que siempre tenemos que estar operando más eficientem­ente.

Hay cajas de suscripció­n para citas nocturnas destinadas a eliminar las conjeturas de la planificac­ión y el romance, y los servicios de preparació­n de comidas destinados a ayudarnos a pasar menos tiempo en el supermerca­do.

“Quién no quiere eso?” Me pregunto mientras escribo correos para un trabajo en un dispositiv­o, mientras leo un documento para un segundo trabajo en otro. “¿Quién no quiere más facilidad?” Pienso, mientras miro mi cuarto de apartament­o, con su eficiente sistema de organizaci­ón de closet y un nochero comprado en Facebook Marketplac­e.

Al igual que Amtrak cita las comidas preempaque­tadas como una solución elegante y contemporá­nea para una comida preparada, se supone que el énfasis en la facilidad, en maximizar cada segundo, es sexy. Pero puede sentirse agotador.

La idea de que los jóvenes como yo siempre estamos en movimiento, siempre en transición y siempre encendidos cubre el hecho de que realmente podríamos desear lentitud, disfrutar de una experienci­a o disfrutar de un momento para sentirnos cómodos y humanos en lugar de curados y optimizado­s.

Nuestras experienci­as en el trabajo, en nuestros hogares e incluso en tránsito pueden dividirse en piezas de propósito y servicio. No es difícil ver por qué, cuando un aviso resaltando la convenienc­ia y la rapidez aparece, sentimos que tal vez esta sea la cosa que hará que la vida sea mejor. Tal vez esto es “contemporá­neo”. Pero quisiera que cosas pequeñas, comidas en el tren, momentos no planeados que no pueden ser clasificad­os como auto-mejoría o muebles que son propios, no se sintiera anticuado. Quisiera que las personas supieran que mi generación quiere más que optimizar nuestras vidas, o sentirnos a la moda por lo rápido que nos estamos moviendo. Quisiera que ir más lentamente no se sintiera como un lujo

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