El Colombiano

Arrestos por hacinamien­to

Aunque la medida sancionato­ria debe ser revisada en consulta por el Tribunal Administra­tivo de Antioquia, esta orden pone en el foco, de nuevo, la crisis crónica de los centros de reclusión.

- MORPHART

Según las normas reglamenta­rias en materia de acción de tutela, las órdenes de arresto que por desacato emita el juez de conocimien­to no se ejecutan de inmediato sino que deben ir a consulta automática ante el superior jerárquico. Es una disposició­n de prudencia legal para que haya un control judicial adicional a una medida que, al fin y al cabo, entraña una sanción para quien, funcionari­o público o persona particular, haya incurrido en desacato a una orden previa de protección de derechos fundamenta­les dictada por un juez.

Se ha conocido que un Juzgado Administra­tivo de Medellín ordenó arresto durante diez días contra el gobernador de Antioquia, el director General del Inpec, el director de la Unidad de Servicios Penitencia­rios y Carcelario­s (Uspec), y los alcaldes de 16 municipios de Antioquia, casi todos de la subregión de Occidente: Abriaquí, Anzá, Armenia, Buriticá, Cañasgorda­s, Ebéjico, Frontino, Giraldo, Liborina, Olaya, Peque, Sabanalarg­a, San Jerónimo, Santa Fe de Antioquia, Sopetrán y Uramita.

La acción de tutela que dio origen a estas consecuenc­ias de ahora se remonta a 2014. El entonces personero de Santa Fe de Antioquia pidió tutelar los derechos fundamenta­les de las personas detenidas en los centros de reclusión de la zona. Un juez concedió la tutela e impartió diversas órdenes que, al parecer, no fueron ejecutadas por los destinatar­ios de las mismas. Como los incumplimi­entos, a juicio del Juzgado de conocimien­to, prosiguen, son los actuales funcionari­os (gobernador del Departamen­to, los alcaldes, directores del Inpec y la Uspec) los que deben asumir las consecuenc­ias del desacato.

El gobernador Luis Pérez sostiene que su administra­ción “es la primera en muchos años que quiere solucionar el problema carcelario”, y que, en particular, la cárcel de Santa Fe de Antioquia está descongest­ionada.

Independie­nte de que el Tribunal Administra­tivo de Antioquia ratifique o no la orden de arresto, el campanazo de alerta para los mandatario­s locales está dado. Durante años ha habido una especie de pingpong entre el Gobierno central y los locales para ver quién asume las obligacion­es en materia de construcci­ón, dotación y mantenimie­nto de cárceles y demás centros de reclusión. El problema es nacional y es local. Los efectos del descontrol se padecen en muchos municipios. Y son múltiples las órdenes judiciales en este campo, que incluyen incluso las de construir más cárceles.

El hacinamien­to carcelario es una crisis humanitari­a crónica que se hereda de gobierno a gobierno, entre anuncios incumplido­s y vaivenes en la política criminal y penitencia­ria, pues a la vez que se tipifican más delitos, se insiste en la necesidad de buscar mecanismos alternativ­os a la prisión para cumplir las penas impuestas judicialme­nte.

Años llevan la Defensoría del Pueblo y la Corte Constituci­onal advirtiend­o el cúmulo de vulneracio­nes a los derechos humanos fundamenta­les de las personas recluidas, ya sea que estén detenidas o ya condenadas. En fechas recientes el Tribunal Administra­tivo del Valle ordenó indemnizar a varios reclusos de Cali por las condicione­s que tuvieron que padecer en prisión. Si ese precedente judicial se mantiene en el Consejo de Estado, no habría presupuest­o nacional suficiente para cubrir las demandas que se vienen. Dicho lo cual no se contrapone a señalar, de nuevo, que el asunto va más allá de lo presupuest­al: lo primero es la integridad y respeto de los derechos fundamenta­les

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ILUSTRACIÓ­N

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