UN JUEGO DE DESGASTE
El caso ucraniano originará mucho más que un meticuloso examen de los 30 minutos que duró la llamada en cuestión.
Es muy poco probable que Do
nald Trump sea destituido. Quizá la votación de un posible juicio político ( im
peachment) pase la Cámara, con sus mayorías demócratas, pero se encontrará con el obstáculo oficialista en el Senado. Aún así, con la casi certeza de que sus días en la Casa Blanca no serán mutilados, el millonario racista está enloquecido. Escupe por Twitter frases de político herido, de líder incomprendido. Una tras otra. Y lo hace por una razón que es quizá igual de grave que la destitución: la investigación para el juicio será un dolor de cabeza eterno que no le dará respiro en el año y medio que le queda de mandato.
Que Nancy Pelosi haya dado finalmente el paso hacia el impeachment es razón suficiente para que en los pasillos de Washington cunda pánico entre el oficialismo y entusiasmo en la oposición. La veterana y aguerrida líder de la Cámara promete ahora andar los caminos de la destitución del ejecutivo, los mismos por los que no se atrevió a asomarse con la famosa trama rusa. Si lo hace ahora -se preguntan- ¿cuáles son las armas ocultas, que pocos conocen, y con las que ella que se siente tan confiada?
Pelosi estaba convencida de que Trump, tarde o temprano, cometería un desliz. Llamar al presidente ucraniano y pedirle que investigara a su rival Joe Biden y a su hijo encaja perfectamente en la idea de torpeza que los demócratas estaban esperando. Demuestra que el presidente de EE. UU. es un tipo que maneja al Ejecutivo como un empresario oscuro, sin medir consecuencias ni escuchar consejos, y pone en enormes dificultades a aquellos que lo rodean. Por más recomendaciones que se le den siempre impone su visión abusiva y amenazante.
Ahora se viene un largo proceso de escudriñamiento. De grandes revelaciones. El caso ucraniano originará mucho más que un meticuloso examen de los 30 minutos que duró la llamada en cuestión y abrirá un enorme agujero por el cual saldrán filtraciones, acusaciones, renuncias y despidos. Cuando el huracán haya pasado quizá Trump siga sentado en el Ala Oeste pero su imagen y su presidencia estarán golpeadas para ir por la reelección. Es en el tablero de ese juego en el que los demócratas acaban de mover su primera ficha